Libros y botellas en el mar
Dentro de los libros suelen ocurrir cosas poco usuales, sobreviven insectos con aspecto de flecha plateada, o pétalos de malvones, de girasol, tréboles de cuatro hojas, que con el tiempo toman un color uniforme, de piel vieja. Para algunos autores los libros tienen cierta vocación de abertura, se transforman entonces en ventanas o puertas, ojos de buey y en el mejor de los casos arcón o baúl de tesoros.
Para Leandro, astrónomo y amante de Bach, en las páginas se quedaba el olor de la gente que los había leido y lo primero que ejecutaba al tomar uno en sus manos, era una larga aspiración con los ojos cerrados. No decía palabra, lo cerraba y solo luego procedía a ver de que se trataba la cuestión. Parece que así encontró en Río de Janeiro, en una librería de viejo que se asoma apenas abandonada la rua Princesa Isabel yendo hacia Ipanema, una hoja de cuaderno doblada en dos. Tenia un olor algo rancio como a los quesos franceses de Causses del Aveyron, estaba dentro de un ejemplar de Viajem Pintoresca de Debret. Era un relato sin firma en protugués.
FAMILIA OBRERA DE UNO SOLO
Por alguna desgracia encalleció temprano y suele ser el dolor un perro llagado y
pequeño. Se demora el dolor con sus dientes en las venas mayores de los ojos y cava
horrendos agujeros. Sin sueño.
Con la lentitud de un lama terrible devora todos aquellos caminos verdes o azules y la luz.
Las manos le crepitan, también los pies y una demorada molicie lo aquieta, pegado
al lugar como un vegetal, como un liquen. Permanece despierto apurando fórmulas secretas
y conjuros, leyendo astros, rumiando los dibujos que puede hacer la venganza.
Cada objeto ha podido asumir alguna forma o simplemente despertar y llenar los
espacios con su presencia, deslizándose como un caracol cargado de veneno. Como un
temblor que se desplaza por milímetros.
Le han dicho que se muere o que viva intensamente. Le ha dado por momentos
ganas de algún dios. Esta sentado sobre un cuadrado de piedra iluminado,
odiando, en el centro de la sala.
Anónimo
Brasil 1999
Traducción Marisa Silva
En los libros como en la botellas tiradas al mar suele vivir algun momento de la gente
Para Leandro, astrónomo y amante de Bach, en las páginas se quedaba el olor de la gente que los había leido y lo primero que ejecutaba al tomar uno en sus manos, era una larga aspiración con los ojos cerrados. No decía palabra, lo cerraba y solo luego procedía a ver de que se trataba la cuestión. Parece que así encontró en Río de Janeiro, en una librería de viejo que se asoma apenas abandonada la rua Princesa Isabel yendo hacia Ipanema, una hoja de cuaderno doblada en dos. Tenia un olor algo rancio como a los quesos franceses de Causses del Aveyron, estaba dentro de un ejemplar de Viajem Pintoresca de Debret. Era un relato sin firma en protugués.
FAMILIA OBRERA DE UNO SOLO
Por alguna desgracia encalleció temprano y suele ser el dolor un perro llagado y
pequeño. Se demora el dolor con sus dientes en las venas mayores de los ojos y cava
horrendos agujeros. Sin sueño.
Con la lentitud de un lama terrible devora todos aquellos caminos verdes o azules y la luz.
Las manos le crepitan, también los pies y una demorada molicie lo aquieta, pegado
al lugar como un vegetal, como un liquen. Permanece despierto apurando fórmulas secretas
y conjuros, leyendo astros, rumiando los dibujos que puede hacer la venganza.
Cada objeto ha podido asumir alguna forma o simplemente despertar y llenar los
espacios con su presencia, deslizándose como un caracol cargado de veneno. Como un
temblor que se desplaza por milímetros.
Le han dicho que se muere o que viva intensamente. Le ha dado por momentos
ganas de algún dios. Esta sentado sobre un cuadrado de piedra iluminado,
odiando, en el centro de la sala.
Anónimo
Brasil 1999
Traducción Marisa Silva
En los libros como en la botellas tiradas al mar suele vivir algun momento de la gente
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