Isol Misenta


Por Irupé Tentorio

LAS12

PÁGINA/12

La delicadeza con la que Isol sabe comunicar el mundo donde eligió vivir, se llega a ver en sus ilustraciones, llenas de colores suaves y trazos desiguales. Es que ella supo combinar esa mujer independiente y decidida, con la inocencia absoluta que se puede apreciar en sus libros, donde es capaz de acercar un mundo en el que todo es posible. Su paso por la carrera de Bellas Artes le abrió un abanico de amplias posibilidades la poesía y la literatura supieron dar forma a lo que intentaba desde un comienzo expresar, una mirada diferente de la vida rozando un dejo de cuestionamiento y logrando que estas historias tengan como fin alejarse de la idea convencional. Su clave es intentar no aburrirse, no caer en un lugar común que lleve al alineamiento de su producción es por eso que el bucear sobre nuevos territorios alimentan su mundo interior.

Varios de sus libros se encuentran editados por editoriales extranjeras lo que le ha permitido el encuentro con varios artistas. Con respecto a esto, cuenta: “Los encuentros rodeados de otros artistas son muy enriquecedores y ayudan a no quedarse todo el tiempo en un solo mundo personal, es lindo pasear un rato por los de otros y aprender de otras miradas”, fantasea que eso también suceda con su trabajo para que el lector encuentre una mirada que lo inspire en su propio viaje.

Isol además canta muy bien y junto con su hermano Zypce grabaron un nuevo proyecto llamado Sima, donde también pone letras a las melodías y nuevamente su suave mundo vuelve a convocar.

-¿Cuándo aparecen las ilustraciones infantiles como un interés en tu vida?

-Desde chica dibujé y me gustaron las historias dibujadas, los libros, los cómics, los cuadros, la poesía…dentro de esto, algunos libros dirigidos a niños me parecieron siempre maravillosos. Al estudiar bellas artes, y también vincularme con la poesía y la literatura, fui encontrando una manera de contar historias a través de imágenes que a la vez entra en el género de los libros ilustrados para niños. Pero yo soy una adulta, y desde mi propia cabeza escribo, llevando mi interés sobre algunos temas a la idea de una narración dibujada. Mi pasión es jugar con las posibilidades que este medio me ofrece, poder hacer mi arte de una manera en que llegue a bastante público, y encontrar desafíos y sorpresas que me entusiasman en ese camino.

-¿Qué es lo que más disfrutás de tu trabajo y cuáles son las complicaciones que a veces se presentan?

-Lo que me gusta es planear cómo voy a contar algo, meterme en el proyecto que voy a investigar, buscar la estética y los encuadres como si fuera una directora de cine de mis libros y ver como las cosas de a poco empiezan a encajar. Lo más difícil a veces es darle el tiempo a cada proyecto para que llegue a ser algo interesante y mantener la cabeza abierta a lo que aún no conozco. Fuera de mí, las complicaciones que se presentan más que nada pueden ser técnicas, ya que soy muy cuidadosa con la manera en que pienso mis libros y a veces la impresión o la calidad editorial no ayuda al libro, lo que puede ser muy frustrante. Por ejemplo, en el caso de mi libro “Tener un patito es útil”, el libro tardó siete años en ser publicado, por ser un formato muy extraño para la editorial.

-¿Quién sigue siendo en tu vida, un referente en el mundo de las ilustraciones?

-En este momento el ilustrador alemán Wolf Erlbruch es uno de mis más admirados. Mis referentes son muchos, porque al amar este medio consumo bastantes libros y cómics. Lo que rescato en un autor es una búsqueda personal y el saber contar una historia desde una opinión no obvia, y a la vez comprometida. El ilustrador debería ser una suerte de poeta de la imagen, en el sentido de no ser literal sino de abrir significados.

-¿Cuál fue el primer logro que te empujó a seguir con el mundo de las ilustraciones?

-Puntualmente, haber sido seleccionada por la editorial FCE de México en su concurso A la Orilla del Viento, en 1996, me abrió una puerta enorme para hacer mis libros. Fue muy importante que mi primera publicación fuera un proyecto totalmente propio, con mis textos y dibujos, y haber sido elegida por una de mis editoriales preferidas.

-¿Cómo fue la experiencia de poder ilustrar “El cuento de navidad de Auggie Wren” de Paul Auster?, ¿Cómo se dio ese vínculo?

-El texto de Paul Auster que ilustré fue publicado en forma de libro ilustrado, con un concepto de colección para jóvenes. Pero es un libro para cualquiera, como me gustaría que fueran todos los míos, más allá de que sus protagonistas suelan ser niños y sean disfrutados por ellos. Fue una experiencia maravillosa por el nivel del texto y la libertad de acción que tuve. Saber que a Auster le gustó mi trabajo es muy reconfortante, porque a mí me gusta mucho el suyo. El libro sigue siendo editado en muchos idiomas, funciona muy bien el diálogo entre los dos lenguajes, es una suerte haber podido estar en ese proyecto, donde además trabajé con fotos y objetos, cosa que no había hecho antes. Los textos me llevan a veces a técnicas que antes no me hubiera imaginado usar, en esa búsqueda de relación con la literatura y sus imágenes.

-¿Existe algún punto de conexión en vos entre tu trabajo como ilustradora y tu trabajo como cantante?

-Claro que sí; en un lugar se trata de armar un mundo, de contar una historia y elegir la manera de hacerlo desde un lugar propio. Suelo comparar los elementos de la canción (letra y música) con los del libro ilustrado (texto y dibujo), porque en ambos medios hay un diálogo que arma un discurso que no sería el mismo si uno de los elementos dijera otra cosa. Ahora que estoy también componiendo mis canciones, la unión se nota aún más. Lo que se complementa en mi vida al hacer estas actividades es mi placer de estar enfrente a la gente cuando canto, y usar mi cuerpo como instrumento, y por otra parte el trabajo fino de laboratorio, mediatizado por el libro, que hago cuando dibujo; es bastante extremo: momentos de mucha soledad y tranquilidad, y momentos de mucha exposición y adrenalina.

-En este momento se encuentran algunas ilustraciones tuyas expuestas en la muestra que reúne a varios ilustradores llamada “Mundos para mirar” en la Fundación Osde ¿qué elementos tuviste en cuenta en la elección de las obras?

-La muestra la curó la artista Liliana Menéndez, y ella realizó la selección de las obras. Por suerte eligió unos de los trabajos que más me gustan: los dibujos que hice para el libro “El bazar de los juguetes”, de editorial Además. Son bastante paisajísticos y pictóricos, y funcionan bien como dibujos autónomos en la muestra, que por otra parte es fantástica.

-¿Qué crees que a un pequeño le llama más la atención de tus ilustraciones?

-Yo trato que mi trabajo sea sugestivo y genere preguntas o situaciones, pero cómo eso llega al lector, es un camino personal. A lo que apunto es a trabajar con humor y con imágenes que no son las mismas que un chico ya vio cien veces. Eso puede provocar sorpresa y un cierto despertar de la curiosidad, lo que da mucho placer. Trato de trabajar con un criterio de lo que a mí me llama la atención, esperando que eso funcione con los demás…

-¿Cuál es tu próximo desafío dentro de tu trabajo con la ilustración?

-En este momento estoy con algunos proyectos nuevos en mente, con textos propios; son ideas nuevas y el desafío es lograr que queden bien, poder llevar estas intuiciones a un objeto que mantenga esa primera magia que me llevó a imaginarlo. Este año hice una animación también por primera vez. También estoy en una galería de arte hace un año, lo que me lleva a pensar en algunos dibujos fuera del formato de libro. Por otra parte, en unos días parto a España a dar un seminario con ilustradores de allá, donde estarán algunos de mis héroes como Beatrice Allemagna (de Italia) y Kveta Pacovska (de Republica Checa).

BAJO METRALLA


Alguien, parece que es el año 1942, encuentra un libro, junto a otros libros, escombros, restos de muebles. Se detiene en el título y en los glifos de la portada. Imagino que busca algún lugar donde sentarse y revisar sus tesoros. El libro recoge el trabajo de una investigadora rusa sobre las ruinas de Palenque, se trata de una edición en tapa dura con el dibujo en detalle de los jeroglíficos mayas. La biblioteca, o lo que queda de ella está en Stalingrado, nuestro lector quiere ser lingüista, y el libro es o contiene una revelación. Otra leyenda cuenta las peripecias de un soldado austriaco, enrolado en el ejército alemán. En medio de la niebla de metralla, y el gas mostaza, simplemente se queda sentado en el medio del campo garabateando en una libreta marrón sin detenerse ante nada, como si alguien le dictara un texto que no puede dejar de escribir. Es 1916, está en Verdún, desde hace meses peleando por cien metros de tierra, que cotidianamente cambian de dueño.

Uno de nuestros hombres se llamó Yuri Valentinovich Knorozov, en la ocasión que relatamos no tenía veinte años, será el responsable de establecer los principios para descifrar los códigos mayas, y convertir en palabras esos signos tan lejanos. El otro soldado era Ludwig Wittgenstein, que golpearía severamente algunas seguridades de la filosofía. Estas referencias obligan a algunas preguntas que allí se quedarán.

¿Ciro James podría haber sido un buen tipo?


Dos noticias provenientes de la CapitAl, en apariencia independientes una de la otra, me hicieron recordar una misma película: La vida de los Otros, dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck (ufff! cuesta más escribir este apellido que leer el Ulyses)
Ocurre que por estos días muchos porteños están emocionadísimos por el hecho de presenciar la caída de bloques de tergopol forrados de tarlatán que simularán ser paredes del Muro de Berlín, la infame pared derrumbada hace 20 años.
Experiencia breve, de apenas unos minutos duración, oportunidad extraordinaria para que el orgullo republicano criollo se cargue de ínfulas olvidando los propios muros sociales: los que atraviesan a la propia comuna y su conurbano.
La otra noticia refiere a una saga de espionaje montada por los mismos PRObos republicanos que posiblemente al recordar este acontecimiento refieran a la libertad y los derechos de los individuos como valores supremos del ideario liberal.
Y entre ellos tal vez el único buen tipo sea, finalmente, el vilipendiado Ciro James al igual que Gerd Wiesler, el capitán de la policía secreta (la Stasi) que con profesionalidad y absoluta lealtad al Partido recolectaba sistemática y burocráticamente pruebas contra el dramaturgo Georg Dreyman, artista mimado por el régimen, por los mismos dirigentes que apoyaban la operación de espionaje contra él y su novia.
La película nos muestra como el régimen de la Alemania Democrática vigilaba a los opositores y a sus propios miembros: castigo y extorsión.

La mirada minuciosa del capitán Wiesler sobre las vidas de estos otros, artistas díscolos, Breschianos ellos, lo interna en un mundo de goce amoroso, creación literaria y actitudes de resistencia a la opresión sumamente seductor y revelador de la pobreza de la propia vida; tan gris y burocráticamente sistematizada ella para vigilar a los otros, para informar a sus superiores, para proteger al sistema de los desvíos.
Su mirada intrusa lo lleva a dar el angustioso e inquietante paso de penetrar en ese universo ajeno e identificarse secretamente con sus valores, a deleitarse con su música. Valores repudiados desde el orden al que adscribía con particular fervor.
Paradójicamente al mismo tiempo que compromete obsesa su mirada (la del régimen) en cada gesto, en cada acto de esas vidas de los otros vigiladas, su propio orden moral y político entra en franca decadencia. “Si tu cabeza esta llena de ratas”, gritaría Cazuza…

Un solo gesto. Una decisión noble, intensamente elaborada, lo pudo redimir y resignificar su propia vida. Liberar la de ese otro obsesivamente vigilado para castigarlo, la de Dreyman, y liberarse a sí mismo a través de un gesto tan secreto como lo fue su vigilancia: Ocultar la prueba buscada durante tantas horas de escucha… a riesgo de perder su lugar en el sistema, de sufrir el castigo de la degradación dentro del sistema.
Horas en las que disfrutó de una música que hasta entonces le era ajena, La sonata del Hombre Bueno, y la hizo suya, música que lo impulsó al acto que le valió años después el reconocimiento de Dreyman y que, solo Wiesler supo que era para sí, cuando ya derrumbado el muro, en la librería, lee en el nuevo libro del vigilado dramaturgo el agradecimiento a ese número secreto que él fue, su clave de identidad de la Stasi. El mismo que fraguó el último informe de la operación para salvar la vida de los otros.
“Es para mí” contestó lacónico Wiesler al librero que le ofreció envolver para regalo la sonata del Hombre Bueno el libro que le había sido dedicado.
Tal vez Ciro James hubiera podido llegar a ser un buen tipo, a disfrutar de la misma emoción, pero lo pillaron antes de que pudiéra saberlo …

Hernán Cazzaniga

Provisorio para Siempre II

En la provisoria entrada anterior hice mención a esa figura paradojal que es el oxímoron a propósito de la frase “provisorio para siempre” con que el laborioso chapista de mi barrio dio por concluido el arreglo encomendado.
Efectivamente, el hombre había concluido su tarea pero no imaginó que al mismo tiempo iniciaba esta cadena de reflexiones que provisoriamente estuvieron suspendidas durante más de tres décadas.

Bastó que me aconteciera un suceso para que esta serie discursiva en torno a lo provisorio y lo duradero se desplegara. Como ya dije: la invitación a escribir en Provisorio987.blogspot.com.

“Trabalho teim fin, semiosis nao” cantaba Charles Sanders en las playas de Ipanema.

Leo otras entradas de este prestigioso blog y pienso que, tal vez impregnado de las reminiscencias de sus primeras lecturas Levi-Straussianas, Café encuentra ciertas constancias temáticas –al menos en lo que refiere a los sentimientos amorosos- entre las letras de géneros musicales que reunidos sonarían como un verdadero oxímoron: Manic street preachers, Armando Manzanero y Rodrigo…

Los poetas pasan y los temas quedan, algo así como las mujeres y los amigos, ¿no?

Después de todo el reciente finado (que con sus 100 años me hizo creer por un momento que no era provisorio) nos enseñó que las mujeres, como las monedas y los mensajes circulan garantizando la estabilidad de los sistemas de oposiciones que revelan estructuralmente la universalidad del espíritu humano.
Universalidad que mentó cimentada en una regla no escrita pero si inscripta: “el tabú del incesto”.
Regla de las reglas que, en la versión estructuralista, nos diferencia definitivamente de otras especies de la naturaleza e iguala a todos los grupos humanos en su diversidad.
No importa cual sea -dice Levi-Strauss- en todo grupo que se precie de humano siempre va a haber algunas mujeres con las cuales le estará prohibido a los hombres arrimarse con más o menos gana (sea la prima o la hermana).
(Si se levanta de la tumba el Belga me caga a palos)

Este es el principio rector que convierte a las mujeres que les son prohibidas a determinados hombres (ya saben para que) en monedas de cambio para sostener y fortalecer las alianzas entre los grupos emparentados.
(De donde resulta que a los antropólogos no debiera importarles tanto el linaje sino las alianzas, como a los políticos)
De éste modo lo supuestamente débil (al menos en la clásica distinción occidental entre sexos), la mujer, pasa a ser el cemento que consolida el principio estructural de institucionalidad.
Paradójicamente eso que pasa de una mano a la otra, ese don diría Marcel Mauss, hace a la permanencia de lo que se debe resguardar: Las mujeres pasan, las alianzas quedan. (Chacho Álvarez es post estructuralista)

Hablando de matrimonio y actos institucionales Miguel Riquelme también merodeó en su entrada en torno al encuentro de las palabras definitivo y provisorio y elevó su carácter paradojal a la estatura de declaración de principios de este blog abogando por los derechos de las palabras aparentemente más “lábiles o más cobardes” entre las cuales estaría esta noción de provisorio.
Pero ¿por qué Miguel atribuirle a las palabras sentimientos que son de los hombres y no de sus obras? En todo caso los enunciados mueven nuestras emociones y nos señalan quienes somos, bajo alguno de nuestros aspectos.
Ese es el valor de la poesía. Como cuando amenazantes cantábamos en la tribuna de Boca “El más cobarde mató a su madre y el más valiente pa’ que vamo a conta”. (Imagínense los que me conocen atribuyéndome tales actos: un verdadero oxímoron, una contrdictio in extremis, se espantaría don Mariano en su popular columna de La Nación si alguna vez escuchara estas barbaridades).
Palabras y actos no siempre se condicen, a veces los enunciados quedan allí, se pronuncian meramente para fanfarronear o sacar un provecho provisorio: como cuando se jura amor eterno.
No obstante, los actos hablan por nosotros y así como la muerte prestigia al guapo para siempre entre los taitas y lo vuelve duradero en el canto de los vates de fonda, un amor vindica y hace memorable al amante porque como bien decía Silvio:

“La cobardía es asunto/ De los Hombres, no de los amantes, / Los amores cobardes no llegan a amores, / Ni a historias, se quedan allí. /Ni el recuerdo los puede salvar, / Ni el mejor orador conjurar”

He aquí de nuevo, bajo otra fórmula poética la alianza entre lo provisorio y lo duradero, es decir lo digno de recordar.

Provisorio para siempre

Cuando Café me invitó a escribir algo para este embolante Provisorio987.blogspot.com me resonó la primera vez que escuché esa palabra, quiero decir la primera vez que despertó mi curiosidad el término provisorio.
(Tal vez antes la oí o pasó frente a mi vista, como tantas otras que pudieron ser y no fueron objeto de mi atención)

Fue de chico cuando una picadura ostensible en la puerta cancel de mi casa, en Barracas, reclamaba una reparación histórica.

-En aquellos tiempos la puerta cancel cancelaba provisariamente durante las horas nocturnas. Claro si el último en entrar recordaba cerrarla. En general quedaba abierta y el zaguán al que daba acceso era un lugar de paso, al menos para mí… (Posiblemente mis hermanos mayores se estacionaran más tiempo, no lo recuerdo. En realidad me parece que el zaguaneo, esa institución amorosa, es de un tiempo anterior a la adolescencia de ellos que nacieron a lo largo de los ‘50s. Es una costumbre más pre‘60s, ¿no?)-

Digresión zaguanera aparte, la frase que me hizo tomar conciencia de la palabra en cuestión la pronunció el chapista al cual mis viejos le habían solicitado un trabajo baratito, como para salir del paso, provisoriamente, hasta que la situación económica cambiara.
Orgulloso aquel hombre presentó su trabajo afirmando que era “provisorio para siempre”.
Con el tiempo pude comprobar que era tan cierta su afirmación como desacertada la creencia de mis viejos de que la situación económica familiar mejoraría pronto.
Sin dudas, algo raro había en aquella ingeniosa frase que despertó la risa y comentarios posteriores de mi vieja. Algo que contrarió a la mente del niño que era entonces. Tal vez porque no entendía de qué se reían.
Mucho tiempo después comprendí que los dos términos remiten, cada uno de ellos por separado, a sentidos opuestos; refieren a extensiones temporales contrapuestas, pero que, al estar unidas en una única expresión no hacen más que plantear un absurdo lógico.
Juntas niegan al tiempo, al menos su concepción como extensión unidimensional, como línea infinita, segmentable en duraciones de diferente magnitud, que sigue una dirección y un sentido que, a su vez, da sentido a nuestras trayectorias vitales, a nuestros proyectos y rememoraciones: Instituye la idea de un pasado-un presente-un porvenir entendidos como un continuum en el cual se irán acumulando experiencias. Una suerte de cuenta donde depositar saberes, poderes y todo tipo de bienes capitalizados en los diferentes órdenes de la vida.

Concepción moderna, como el Capital, tal vez creada para que no nos sintamos meros “… accidentes, esperando suceder” como afirma nietzcheano el tío que cita Café en el artículo sobre CapitAl, la película de Augusto González Polo.

Me pongo algo socrático, ahora que caigo en la cuenta acerca de la persistencia y de la provisoriedad de nuestros ignorantes conocimientos y me queda claro que a los 9 o 10 años desconocía que el chapista había recurrido a una figura poética que cotiza alto entre los críticos literarios. Por supuesto ni sabía que tal cosa pudiera tener un nombre y mucho menos que fuera tan peculiarmente sonoro como oxímoron.
Mi ignorancia de entonces sobre este punto, se revela ahora relativamente provisoria y sin embargo éste y otros conocimientos que he aprendido y aún los que aprenderé en lo que me resta no alcanzan, en lo absoluto, más que a ocupar una ínfima parcela en relación a la vastedad de mis ignorancias: Todo aquello que esta fuera de mi universo vocabular y que permanecerá ajeno a mi inteligibilidad, a los diálogos que entable con mis congéneres: Esos mundos posibles de ser vividos y que, siendo sucederes pueden tornarse aconteceres, al menos para quienes les atribuyan significación y los tornen duraderos –como duradera es la frase del chapista que traje de nuevo, que actualicé en este relato; esa que se diferenció entre tantas que cayeron en mis olvidos o desatenciones, que perdieron la posibilidad de actualizarse, de volver a ponerse en acto, aunque más no sea en otro contexto, en otros diálogos-.

Aconteceres duraderos como creía, por entonces, eran los sólidos adoquines de mi cuadra porteña, imaginada tan eterna como la mítica manzana borgeana.
Hoy sólo sé que son vestigios de mí. De ellos no queda nada. Provisorios fueron y sin embargo perduran en los recuerdos de los memoriosos, en sus relatos: como aquellos malevos que ya no eran cuando nací y que ni sé si caminaron por las veredas que yo pisé.
Aquellos graníticos cubos fueron cubiertos por el licuoso y frágil asfalto como diría el polaco Zygmunt Bauman en tono de milonga y los cuchilleros que poblaron aquella orilla de la capitAl son hombres que expresan de otro modo sus frágiles sensibilidades.
La guapeza no es para cualquiera en estos tiempos –nunca lo fue- y hasta es más probable encontrarla en una marcha por el orgullo gay que por aquellos andurriales que frecuentó alguna vez haciendo gala de un estilo masculino acaso perentorio.
Provisoriamente me despido con un hasta siempre.
Hernán Cazzaniga

Definitivamente provisorio

Para los que habitamos este rincón del mundo algunas palabras, o algunas frases, especialmente las fatales, suelen tener al menos un par de interpretaciones paradójicas. Podríamos enarbolar varios ejemplos, a saber: “hasta que la muerte nos separe”, suele ocurrir que para evitar eventos sangrientos recurrimos a un abogado, o al juez de paz, o a pequeño bolso azul con dos pantalones una remera y los calzoncillos que estaban limpios, y el dudoso contrato de alquiler de un pocilga, que la inmobiliaria llama monoambiente con kitchinette. En el mismo tren, otra palabra interesante es “definitivo”, ejemplo: el entrenador del equipo de nuestros amores, que va a encarar un trabajo serio con la cantera del club, una tarea basada en el respeto por la historia de la institución y sobre todo desarrollando un proyecto a largo plazo sin atarse a resultadismos, que será reemplazado luego de la cuarta derrota consecutiva sin conseguir goles, por otro técnico igualmente comprometido con los colores y por supuesto “definitivo”

Si entre nosotros aquello que se pretende definitivo puede ser muy endeble, que derecho hay de reclamarle a palabras mas lábiles o mas cobardes, algún tipo de consecuencia. Como decía un amigo francés, “nosotros somos aquello que hacemos, con lo que han hecho de nosotros” y parece que no queda mas remedio. En tal caso contestar preguntas sobre la entidad de un espacio como este, objetivos y duración en el tiempo, no tiene mucho sentido, se me ocurre que por eso recurrimos a lo provisorio, que entre nosotros y en este lugar del mundo, hoy, tiene cierto dejo de “definitivés” si es que la palabra existiese y pudiera ser usada.

miguel riquelme

“Vemos …” Sobre CapitAl, todo el mundo va a Buenos Aires de Augusto González Polo



(El mate preparado, Lonely Drifter Karen en el reproductor y allá vamos):


El capital es para la economía crítica un valor que se valoriza; capitalizar es, justamente, el resultado de ese proceso de valorización. La capital de un estado es el centro burocrático administrativo de una determinada entidad política. La letra capital para los tipógrafos es la letra inicial de un párrafo cuyo tamaño es mas grande – y muchas veces con características ornamentales diferentes a la tipografía utilizada en el texto. Podríamos decir que mientras la letra capital resalta un origen, el hecho de capitalizar, señala un destino; la capital, en cambio, se piensa como un centro.

Cuestionando estos ejes creo que reflexiona CapitAl, Todo el mundo va a Buenos Aires de Augusto González Polo. Por lo menos esos son los horizontes de sentido que pude encontrar mirando la película. Son los ejes por los cuales intentaré argumentar esta interpretación.

Permitanme, antes que nada, señalar una cosa. En el arte gráfico de la peli (afiches, banners, tarjetas) la anteúltima letra de la palabra capital se escribe en mayúscula, como una suerte de letra capitular subversiva –no está al principio, pero tampoco al final-. Y desde esta cuestión, casi un detalle del diseño visual, es que propongo interpetar el filme. CapitAl esta marcada por un mapa móvil de recorridos lineales, acumulativos, inversos, inefables. Pero no se trata de economía, política o diseño gráfico, sino de una historia de amor que bien puede ser atravesada por las múltiples metáforas que brinda el espacio, el tiempo y las relaciones amorosas.

La capital federal, en la Argentina, es la ciudad de Buenos Aires, que de federal tiene los miles de inmigrantes que desde el interior del país van a probar suerte, a salir de sus pueblos, a morir por un sueño. Federal y unitaria al mismo tiempo es allí – en la ciudad - donde Sergio desde su mundo provinciano fue a vivir. Es también el lugar que representa el fracaso amoroso, el extrañamiento y la vuelta. La ciudad se hace agresiva, intolerante, perversa, tal cual uno podría suponer era el pueblo desde el cual Sergio partió unos años antes. Reflejos distorsionados, el pueblo y la ciudad pueden ser la misma cosa.

(Ahora suena El perro del mar, como previniendo:” love is not pop”)

“Vida es lo que pasa, mientras hacemos otros planes” dice Lennnon en Beatiful boy, una canción dedicada a su hijo. Y es en ese desacomodo, incómodo, y desenfocado, que Sergio y sus amigos intentan construir, diseñar y modelar la vida. Este es el segundo punto donde la metáfora de la vida como lineal y acumulativa se hace pedazos. Alguna crítica de la peli la planteó como un tema generacional, y hasta cierto punto me parece que Augusto también, por lo menos es lo que se lee en el blog (http://todoelmundo.blogspot.com/); sin embargo creo que el carácter generacional de CapitAl es sólo el vestuario de cuestiones que hacen a las relaciones amorosas mas allá de la edad y los gustos musicales. Hace mucho tiempo que existen las canciones hablando sobre estos temas. Para algunos serán los Manic street preachers y para otros Armando Manzanero, o Rodrigo, ¿por qué no? Pero mas allá de las discografías de cada uno, me parece que lo que la peli nos muestra es que es imposible pensar en términos de una economía, o una ciencia política, o un diseño gráfico las relaciones amorosas (incluidas, por supuesto, las del desamor).

Si creo, está marcado el carácter de género de la peli. Son hombres, jóvenes, adolescentes tardíos o adultos los que sirven de referencia para el andamiaje dramático (aunque –paradójicamente- la palabra final sea de una mujer). Un ejemplo claro es el personaje del tío (interpretado por Manuel Vicente) que con su remera de Keith Richards, sentencia aquello de que los hombres, mas que hacer cosas para llamar la atención de las mujeres, en realidad, es más lo que se hacen para olvidarlas). Es el universo masculino lo que también se quiebra, deconstruyendo certezas, desconfiando de los gustos establecidos. Es la paternidad marcando posibilidades, miedos y fantasías.

Por último, la peli me hizo pensar en la imposibilidad de una economía de la relaciones amorosas. Es decir, ¿es posible acumular “experiencia” en el amor.? ¿Es cuantificable esta experiencia? Recordemos que al mismísimo Kart Marx se le hizo difícil la cuantificación de valores y plusvalores en la economía capitalista –son relaciones humanas, después de todo-. “Somos accidentes, esperando suceder” dice el tío de Sergio resumiendo gran parte de este tratado sobre el amor que es CapitAl, todo el mundo va a Buenos Aires. La respuesta, ante lo implacable que suele ser lo arbitrario y lo errático en el mundo amoroso, pareciera ser contundente. Aunque siempre existe la posibilidad de un nuevo intento y, por supuesto, la imposibilidad de pronósticos, previsiones, y curvas de factibilidad para el amor, una posibilidad ante esto sería decir, (como lo dice Claudia con toda la sabiduría de quien ha sufrido): “vemos…”

(Ya está sonando Belle & Sebastián: Funny little frog, la canción del amor perfecto. Dejó acá, esta por empezar el partido de Boca. Buenas tardes!).

Café Azar

Posadas, vísperas de la primavera de 2009.-


Tower of song - Leonard Cohen

Habitantes de la torre de la canción...

Lévi-Strauss, un poeta de la modernidad




Leí, por primera vez un texto de Lévi-Strauss apenas empezada la carrera de antropología, recién llegado a Posadas, con 18 años, allá por fines de enero del año 1981, lejos de la ciudad donde nací y me crié. Va a ser difícil separar aquellos días calurosos, la particular sensación que me dejó la estación de Posadas - después de un iniciático viaje en tren -, de las cinco páginas del primer texto que llegó a mis manos: Jean Jacques Rousseau: fundador de las ciencias del hombre. Tal era su título. Hoy, cuando escribo estas líneas, tengo el libro Antropología estructural dos frente a mi (ahí estaba publicado el texto), desgastado por el paso del tiempo, la tapa corroída por la humedad y el maltrato de cajas de mudanzas.

Pareciera ser, que para los hechos fundacionales, la memoria no tiene términos medios. Sus relatos se desarrollan con una precisión asombrosa o se pierden en los desiertos del sinsentido. Ese texto fue revelador y fundante, al menos para mí. No sólo por el desafío que significaba su compleja retórica expositiva, sino también por las bellas imágenes que dejaba caer en cada párrafo. Era un texto apologético, seductor, como esas escrituras dedicadas a subrayar – y a forzar – las virtudes de una persona, una idea y, en otros casos, por qué no, un cuerpo. Pero además, tenía ese carácter desafiante que significaba que un estructuralista reconociera como fundador de las ciencias del hombre a un humanista. Gesto moderno, de calculada y fina elegancia. La modernidad, se sabe, es el último bastión de la razón tratando de ordenar la vida, el caos.

Sin embargo, también aquí, Levi Strauss desafiaba, y miraba con desconfianza el optimismo histórico moderno. Nostalgias de lo que pudo haber sido, de lugares a los cuales jamás regresaremos. Le hace decir al filosofo y escriba de la ilustración, aquello que – sospechamos – ya nos condenó: la mutilación del hombre de la animalidad genera impunidad . “Sólo Rousseau pudo sublevarse contra este egoísmo: él que (…) prefería admitir que los grandes simios de África y Ásia, torpemente descritos por los viajeros, fuesen hombres de una raza desconocida, mejor que correr el riesgo de discutirles la naturaleza humana a seres que la poseyeran.” (Lévi-Strauss, Claude; Antropología estructural: mito, sociedad, humanidades; Siglo XXI, 1979, pág. 44).

Pero, hay otra cuestión, también en ese texto (los escritos de Lévi-Strauss son muy ricos en metáforas, reflexiones y cadencias tal cual un poeta ante la palabra). Se trata del carácter confesional del antropólogo, de su mirada distanciada del mundo en el que le toca vivir. Recuerdo que, tiempo después, revolviendo libros en alguna mesa de saldos, encontré una edición de un libro que la editorial había titulado: Mirando a lo lejos. En realidad, mas allá de la creatividad de los traductores, el libro hablaba sobre el mirar distanciado o, mejor sobre la observación distante. Allí, había un artículo que, -no recuerdo bien- reproducía un discurso que no pudo ser dicho. Contaba Lévi-Strauss que la UNESCO lo había llamado para que hablara en contra de la xenofobia y el racismo, y su discurso giraba, entonces, sobre la diversidad cultural y ciertas imposibilidades de tender puentes entre diferentes culturas. Claro que esto iba en contra de los postulados de fe de la organización y fue duramente cuestionado. En ese mismo artículo, Lévy-Strauss imaginaba un futuro con pequeñas comunidades, a la manera de tribus fortalecidas por la relación cara a cara. Recuerdo que la lectura de ese texto me hizo ver como se puede desmontar la hipocresía de las buenas razones y de los sentidos crisolados.

Con el tiempo, otras lecturas, me sedujeron. Otras voces me encandilaron. Pero quiere la memoria volver a aquel texto, a ese autor, que me hizo pensar que antropología y escritura estaban íntimamente ligadas. Que la claridad en el pensar no esta separada de la belleza en el decir. Que la honestidad intelectual no es cómoda, ni complaciente. Vayan, entonces, estas palabras en su recuerdo.

Café Azar
Posadas, primeros días de noviembre de 2009 . -