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PSICODELIA DE POSADAS A LA SIESTA (TRES FOTOS)

Fotos: Giuliana Pinzone

Textos: Café Azar



"No, no es cielo, ni es azul..."
Maquillaje - Virgilio y Homero Expósito



Poner en foco. Ajustar las luces y las sombras. Desconocer los lugares por los que pasé tantas veces. Ese cielo azul del que descreo y asimismo invade el paisaje en el que me interno. Algo se movió, se corrió, se descolocó. Una sombra desplazada, alguna vieja intuición o tal vez recuerdos diluidos en relatos superpuestos. Poner en foco también es extrañarse, extranjero del sentido, reflejo deforme de un sueño que se repite para no ser nunca igual. Debería haber dormido, la siesta posadeña me confunde. Perdido, busco señales que indiquen algún que otro recorrido. Sólo escucho un rumor de hojas, voces perdidas que murmullan como olas en un mar lejano y profundo. Poner en foco es saber, sin muchas certezas, que la foto de hoy no es la misma de ayer.







Así, como borroneada en la pared, intuyo la memoria que hace visible lo invisible. Las sombras tienen ese detalle de la línea difusa, esa elegancia que suele provocar la ambigüedad. Reflejos, una suerte de frontera, de estado liminar, de bruma incierta que sugiere las formas de tu cuerpo, los modos del no estar, los fantasmas de la vigilia. El brillo cegador de lo inasible, la estúpida sospecha de que por efímero, todo se reduce a nada. El sol quema las calles de Posadas.



Pliegues. No hay arriba, ni hay abajo en la mirada nueva. Otra percepción, otras puertas que se abren iluminando universos desconocidos. O mejor, conocidos, pero nunca vistos – hasta ese instante – de esa forma (tal vez informe). Parpadeo y me muevo entre la angustia que me provoca un territorio sin las señales que suelo acatar, y el goce de aquello que no reconoce palabras que lo puedan nombrar. Lo que veo no es lo que parece, y en ese transitar - en esas siestas en que el sol aturde - los reflejos, las sombras, las breves alucinaciones del recorte forman parte de lugares que entrañables se deshacen en un instante. Hay que estar atento en el divagar, uno nunca sabe en que vuelta, o detrás de que esquina, se abren sin aviso las puertas de la percepción. Psicodelia siestera, así nomás, es el calor.




Posadas entre abril y mayo de 2010. -

O Luna lucente, di Febo sorella, che placida e bella risplendi lassù...


Me tenté, por supuesto, al ver la luna sobre el río y saqué algunas fotos desde la ventana de mi casa. La foto postada es la mejor de una serie muy pedorra. Extraño los tiempos en que con una máquina menos compleja podía expresarme mejor...

Nota: Ahora pienso si no era ella la que se expresaba cuando la ponía en modo automático.

Lévi-Strauss, un poeta de la modernidad




Leí, por primera vez un texto de Lévi-Strauss apenas empezada la carrera de antropología, recién llegado a Posadas, con 18 años, allá por fines de enero del año 1981, lejos de la ciudad donde nací y me crié. Va a ser difícil separar aquellos días calurosos, la particular sensación que me dejó la estación de Posadas - después de un iniciático viaje en tren -, de las cinco páginas del primer texto que llegó a mis manos: Jean Jacques Rousseau: fundador de las ciencias del hombre. Tal era su título. Hoy, cuando escribo estas líneas, tengo el libro Antropología estructural dos frente a mi (ahí estaba publicado el texto), desgastado por el paso del tiempo, la tapa corroída por la humedad y el maltrato de cajas de mudanzas.

Pareciera ser, que para los hechos fundacionales, la memoria no tiene términos medios. Sus relatos se desarrollan con una precisión asombrosa o se pierden en los desiertos del sinsentido. Ese texto fue revelador y fundante, al menos para mí. No sólo por el desafío que significaba su compleja retórica expositiva, sino también por las bellas imágenes que dejaba caer en cada párrafo. Era un texto apologético, seductor, como esas escrituras dedicadas a subrayar – y a forzar – las virtudes de una persona, una idea y, en otros casos, por qué no, un cuerpo. Pero además, tenía ese carácter desafiante que significaba que un estructuralista reconociera como fundador de las ciencias del hombre a un humanista. Gesto moderno, de calculada y fina elegancia. La modernidad, se sabe, es el último bastión de la razón tratando de ordenar la vida, el caos.

Sin embargo, también aquí, Levi Strauss desafiaba, y miraba con desconfianza el optimismo histórico moderno. Nostalgias de lo que pudo haber sido, de lugares a los cuales jamás regresaremos. Le hace decir al filosofo y escriba de la ilustración, aquello que – sospechamos – ya nos condenó: la mutilación del hombre de la animalidad genera impunidad . “Sólo Rousseau pudo sublevarse contra este egoísmo: él que (…) prefería admitir que los grandes simios de África y Ásia, torpemente descritos por los viajeros, fuesen hombres de una raza desconocida, mejor que correr el riesgo de discutirles la naturaleza humana a seres que la poseyeran.” (Lévi-Strauss, Claude; Antropología estructural: mito, sociedad, humanidades; Siglo XXI, 1979, pág. 44).

Pero, hay otra cuestión, también en ese texto (los escritos de Lévi-Strauss son muy ricos en metáforas, reflexiones y cadencias tal cual un poeta ante la palabra). Se trata del carácter confesional del antropólogo, de su mirada distanciada del mundo en el que le toca vivir. Recuerdo que, tiempo después, revolviendo libros en alguna mesa de saldos, encontré una edición de un libro que la editorial había titulado: Mirando a lo lejos. En realidad, mas allá de la creatividad de los traductores, el libro hablaba sobre el mirar distanciado o, mejor sobre la observación distante. Allí, había un artículo que, -no recuerdo bien- reproducía un discurso que no pudo ser dicho. Contaba Lévi-Strauss que la UNESCO lo había llamado para que hablara en contra de la xenofobia y el racismo, y su discurso giraba, entonces, sobre la diversidad cultural y ciertas imposibilidades de tender puentes entre diferentes culturas. Claro que esto iba en contra de los postulados de fe de la organización y fue duramente cuestionado. En ese mismo artículo, Lévy-Strauss imaginaba un futuro con pequeñas comunidades, a la manera de tribus fortalecidas por la relación cara a cara. Recuerdo que la lectura de ese texto me hizo ver como se puede desmontar la hipocresía de las buenas razones y de los sentidos crisolados.

Con el tiempo, otras lecturas, me sedujeron. Otras voces me encandilaron. Pero quiere la memoria volver a aquel texto, a ese autor, que me hizo pensar que antropología y escritura estaban íntimamente ligadas. Que la claridad en el pensar no esta separada de la belleza en el decir. Que la honestidad intelectual no es cómoda, ni complaciente. Vayan, entonces, estas palabras en su recuerdo.

Café Azar
Posadas, primeros días de noviembre de 2009 . -