Jim Jarmusch, dos pelis: Dead Man (1995) & The Limits of Control (2009)

a) Breve arqueología
Una cajita de fósforos con papeles minuciosamente doblados, trenes, ventanillas, viajes, un ensayo escrito en 1960, un poeta con visiones místicas, un guerrero con una misión, diferentes idiomas, diferentes lenguajes que se mezclan entre si.

Escribe Wiliam Blake:
"Si las puertas de la percepción se depurasen, todo aparecería a los hombres como realmente es: infinito. Pues el hombre se ha encerrado en sí mismo hasta ver todas las cosas a través de las estrechas rendijas de su caverna.”

También Arthur Rimbaud en El barco ebrio, en una carta a Verlaine:
“Yo sentí al descender los impasibles Ríos
que ya no me sirgaban mis conductores…”

Sigue el poema contando que aquellos que lo guiaban fueron clavados desnudos en los postes por pieles rojas bravíos y que después fue el derivar por ríos y mares, barco testigo, flotante, sin rumbo (“Toda luna es atroz y todo sol amargo…”).
En 1960, William S. Burroughs escribía The limits of control, un pequeño ensayo en donde se dedicaba a interpretar –unos años antes de los dispositivos denunciados por Foucault- los mecanismos y las tecnologías de control mental y social. En ese ensayo decía: “…las palabras son todavía los principales instrumentos del control. Las sugestiones son palabras. Las persuasiones son palabras. Las órdenes son palabras.
Lo que ponía en evidencia Burroughs era el carácter prescriptivo que el lenguaje impone a la percepción de el mundo.
Estas son las referencias sobre la cuales Jim Jarmusch elabora los relatos que dan sentido a las pelis Dead Man (1995) y The limits of control (2009).

b) Nadie nombra a Blake
La secuencia inicial de Dead Man, es un relato dentro del relato. Es Blake (Johnny Deep) en un tren que va a Machine, la última estación, el límite. El tren - tan caro al cine - como vehículo del viaje iniciático. Pasaje del mundo ordinario a otra dimensión. Paisaje y estética de frontera. "Machine" es el nombre del pueblo en el límite del viaje, final y principio, puerta hacia otro lugar y otro estado. En el vagón – durante el viaje - se ven diferentes pasajeros (pequeña y clara ilustración de los frentes de expansión colonial): gente de ciudad, campesinos, cazadores. Por la ventanilla del tren vemos pasar – en fundidos a negro, en un abrir y cerrar de ojos, montaje paralelo con otro clásico del cine: las ruedas del tren – las escenas de un viaje que bien podría ser de descenso o ascenso de la civilización a la barbarie. Al igual que Nietzche dando cuenta del carácter arbitrario del sentido, lo que podría ser un descenso a los infiernos (“Eso no justifica venir aquí, al infierno” le dice a Blake el fogonero de la locomotora – Crispin Glover) también puede verse como una ascensión que abra las puertas de la percepción al carácter infinito de las cosas.

Blake es contador en la película aunque se sugiere escritor (enseguida daré mi interpretación del sentido de estas profesiones u oficios). La escritura es entendida como cárcel del sentido de la cual hay que salir para liberarse del orden mundano, capitalista, opresor (Otra vez el fogonero a Blake: “Si estoy seguro de una cosa, no me fiaría de unas palabras escritas en un papel”). Sabidurías antiguas, animismo, y disrupción semántica son el instrumento crítico contra la razón utilitaria del mundo moderno. No es casual, supongo, que el personaje de Blake sea un contador, profesión impensable en otro orden que no sea el la mercancía y el de la razón práctica. Pero, Blake, también es el poeta, nominado por Nobody/Nadie (Gary Farmer). A la manera de un Jano terrenal, Nobody, es aquel que recibe y despide, que se desplaza entre vocabularios y sentidos, que sabe de la transformación de quien cambió palabras por balas (un sujeto en between al decir de Homi Bhabha). Nobody (que para su gente es el que habla fuerte sin decir nada) atravesó culturas, fue llevado a Inglaterra donde estudió y supo de William Blake, el escriba y grabador de las visiones místicas, de las palbras poderosas, aquél que – justamente – había escrito aquello de que “La razón es el límite de la energía”. Nobody es el guía del hombre muerto, suerte chamán iniciático, referente espiritual o filósofo socrático ejecutor de una mayeútica de la percepción.

Después - o antes, como se quiera – esta la historia: Blake en Machine, en sus calles pobladas de pieles, huesos, cerdos, vacas, calaveras de búfalos y otros animales, el rechazo de Dickinson (Robert Mitchum) que lo iba a contratar, unas pocas monedas, el bar, Thel, la chica de las flores de papel, la atracción, la visita inoportuna, los disparos, la huida, una estrella fugaz, los cazadores de “indios y hombres” y Nobody que entra en foco tratando de sacar la bala del cuerpo de Blake. En fin, el relato que paradójicamente va ordenado los sentidos.

Algunas imágenes (en blanco y negro, o mejor, en escala de grises): Los primeros planos de la atracción entre Thel Russell (Mili Avital) y Blake; John Dickinson contratando los cazadores que irán tras Blake y detrás un cuadro, un retrato inmenso del mismo Dickinson que pareciera mirarlo desafiante; el aire a la iconografía de Lenin en la cabeza muerta de uno de asesinos gemelos; Blake y un cervatillo baleado, la canoa final.




c) La misión de el Solitario
Creo que The limits of control es una parábola del enfrentamiento entre la razón utilitaria y la imaginación, el arte y cierta ciencia. Acción que se prefigura a través de cuadros (del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía) que anticipan personajes, situaciones y lugares. En The limits of control, cada secuencia combina continuidades y variaciones. El Solitario (Isaach De Bankolé) recibe un encargo en español, traducido al inglés, de ejecutar una misión. A partir de ahí, un avión, bares, un museo, habitaciones y (nuevamente) trenes. Las cajitas de fósforos que se intercambian y frases que se repiten una y otra vez, dichas por diferentes personajes que monologan con El Solitario y dichas, además, de diferentes maneras y modos. “El mundo no tiene centro ni bordes”; “todo es subjetivo, la realidad es arbitraria, use su imaginación”; “el que se de por grande que vaya al cementerio y verá como es el mundo”; son algunas de las sentencias que en cada secuencia se dejan caer en diversos contextos.

El Solitario apenas habla, hace – disciplinadamente - unos reiterados movimientos de Tai Chi, no duerme y toma café expreso en dos tazas. El Solitario no huye, como Blake, sino que va hacia un objetivo marcado. Cuando alguien, ligado a quienes lo contratan para la misión, le advierte que “algunos de ellos, están entre nosotros”, el Solitario responde, “yo no estoy entre nadie”. Sin embargo hace uso del conocimiento, de la sabiduría que va adquiriendo a lo largo del trayecto épico. En la contradicción entre placer y valor, entre arte y contabilidad, entre imaginación y realismo se dibuja el camino del guerrero. Para cumplir la misión, sin embargo, es el ascetismo, el método de supervivencia. Paradójica situación, ya que justamente, quienes encargan la misión son aquellos que defienden el placer, la imaginación, ante el valor, la mercancía, el orden.

Otra vez, como en Dead Man, el desplazarse por idiomas, lenguas y culturas. “Usted no habla español, verdad?”, con esta pregunta comienzan los monólogos que despliegan definiciones sobre las percepciones por fuera de la las rendijas de la caverna. Que los instrumentos tienen memoria de las notas que han sido tocadas en ellos; qué las buenas películas son sueños que uno no sabe si ha soñado; que cada uno es un conjunto de moléculas que gira en éxtasis; que las alucinaciones, los reflejos son mas reales que el objeto reflejado. Se trata en fin de eliminar el control sobre la realidad.

Algunas imágenes (en colores mondrianeses, si de Piet Mondrian, - perdón pero no se me ocurrió otra manera -): los varios pares de tazas de café (algunos cenitales), ascensores rojo y el Solitario de traje azul, un helicóptero amenzante, el cuerpo desnudo de Desnuda (Paz de la Huerta), la despedida de Rubia (Tilda Swinton) con su piloto y su paraguas transparente, Sevilla Santa Justa, la expresión de Guitarra (John Hurt), la estación de Doña María Ocaña y el casi cameo de El Americano (Bill Murray).




c) Quien resistirá cuando el arte ataque
Creo que tanto Dead Man, como The limits of control, son como sendos ensayos (en el sentido de género, no de prueba) sobre ciertas filosofías que apuntan a desbarrancar, desestabilizar y poner en evidencia el carácter arbitrario de los órdenes establecidos. Decosntruyendo los dispositivos de poder que se asientan no sólo en sistemas sociales específicos sino también en los mecanismos de construcción de sentido. Sin embargo la mirada de Jarmusch, si bien no es optimista, tampoco apunta a laberintos sin salida. Burroughs, nuevamente: “Ninguna máquina de control inventada hasta ahora puede operar sin palabras, y cualquier máquina de control que intente hacerlo confiando por entero en la fuerza externa o en el control físico de la mente encontrará pronto los límites del control.”
Café Azar
Posadas, fines del 2009

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