Bye Román


Y hubo un momento en que el gran ilusionista, el mago de las maravillas se cansó. Dijo: no va más. Y el espectáculo, la poesía que de sus pies se derramaba en los campos de juego desapareció. Cansado de los discursos que tratan de ponerle precio a la ilusión, de la economía política de los que desconfían de amagues, piruetas y combas y de aquellos que repetimos sin saber las largas letanías de que tal o cual son conflictivos (como si no supiéramos que acusar de conflictivo a alguien es para señalar al que no acepta los órdenes del poder).
Teatral, dramático, demiurgo al fin, dejo que todos sus pares pasaran. Algunos lo miraron como se mira a quien se va, otros - cabeza baja – siguieron en fila india. Antes del utilero, el presidente (contador el) cruzo su mirada con un gesto de impotencia. Y ahí fue, después de toda esa procesión, que el mago habló. Y sus palabras enmudecieron a millones. No fue tanto lo que decía sino cómo lo decía. Era una despedida. Frases de ocasión que apenas cubrían el dolor y la desolación.
Ya no lo veremos en plenitud, feliz, jugando a jugar como cada vez que entraba a la cancha. Sabemos que hay momentos de luz, y momentos de sombras. Y que hay tipos que en un sólo pase, en apenas dos o tres movimientos, encienden las luces que hacen de este mundo un lugar menos árido y oscuro. Son poetas, artistas, frikis, ilusionistas, gente sin molde, que un día, deciden irse fora do mundo. Renunciantes que ponen en evidencia las patéticas formas del poder, las arbitrarias estructuras de la comodidad y los delgados y frágiles hilos que sostienen el orden establecido. A la manera de William Blake, de Fiedrich Nietzche, del propio Rimbaud, y – ¿porque no? -  de D10s; como Edward Scissorhands, el artista dijo adiós.
(Quise decir) Román, no te olvidaré!

Café Azar
Posadas, primeros días de julio de 2012. -