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Variaciones infinitas de fin de año.
Hay un trillo en continuidad de parques y tiempos. Lo encuentro bajo la cadencia de nuestros pies, porque sí nomás y resulta que nos lleva hasta un puente de puro pedrerías centelleantes. Hubo luna y hubo eclipse. Ahora una luz tenue deja pasar las sombras, casi borrosas por el viento.
Algo de lo provisorio ya se consumó y asimismo se asoman otras formas contiguas de un futuro inédito y modesto. Unas señales de almanaques caducas y en desuso, y ahí nomás otros espacios en blanco de
indeclinable futuridad.
Me detengo en el gesto compartido de salutaciones y me salva del naufragio la voz de un Cortazar ya absolutamente libre de compromisos fechados. Y digo como su eco lejano, que sí, que el año está en franca recaída y hasta el 31 no dejará de ser tiempo recayente, decreciente. Porqué, con qué sentido nos ponemos así?
Quizá para disfrutar de ese añejo gusto por lo cíclico y la menuda conformidad de sentir que algo termina acá y luego otra cosa comienza. Y darnos una razón para brindar y brindar, esta vez porque se fue una medida provisoria más de nuestro incierto recorrido.
Como Julio sugiere, aprovecharé este último trecho para rehabilitarme de recaídas y así mejor recaer en las venideras vueltas del diablomundo; trataré de ser una cada vez una mejor recayente.
Brindo con todos por este tenue enlace de lo que fue, lo que falta y lo que será.  Chin chin!!!