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Reconocimiento a Haiti II

Toussaint Louverture






Parafraseando la canción que popularizó Ray Charles en los ’60 y que se convirtiera en el himno del Estado de Georgia, estas entradas podrían ser llamadas “Haití on my Mind”, o al menos en la mente de Hegel y su Fenomenología del Espíritu.
Su obra, considerada por él mismo como culminación de la Historia de la Filosofía y por sus críticos como el momento cúlmine de la filosofía burguesa ordena en un relato unitario la Historia de la Filosofía desde los Griegos hasta él, presentándola como una Totalidad que se piensa a sí misma hasta alcanzar la autoconciencia de sí.
La historia del pensar es pensada por Hegel como la autorrealización de la Razón.
Su visión teleológica del asunto está establecida desde el punto de arribo desde el cuál construye una genealogía del pensar en términos de superación dialéctica, de un continuo especular del ser pensante que capta lo contrapuesto en su unidad para llegar a su fin: La Razón Absoluta. (La Razón Triunfante)
La Historia misma de la Humanidad, -Universal y Absoluta- no es otra que la Historia de la progresión hacia la conciencia de la Libertad como su razón última y su materialización institucional: La civilización europea, el Estado burgués.
Si, su filosofía representaba la culminación del proceso de autorrealización de la Razón, la Revolución Francesa, sus ideales burgueses, representaron el momento sublime en el que Hombre conquistó la Libertad, la instituyó. Instante en el que logra el reconocimiento universal de la voluntad libre como fundamento sustancial de todo derecho, para el cual el Estado prusiano representa su forma institucional más acabada.
De este modo la Razón Filosófica y la Histórica confluyen y concluyen juntas en este esquema de pensamiento, en esta forma de la conciencia Europea que asume como punto de partida metafórico la dialéctica amo-esclavo.
Dialéctica en la que en primera instancia el esclavo es percibido como un ser dependiente, convertido en objeto, en mera cosa. Caracterizado por la falta de reconocimiento y contrapuesta a la figura del amo, que se reconoce como un ser independiente, con conciencia para sí.
Pero la institución esclavitud lleva ínsita las condiciones de su destrucción en la propia lógica del reconocimiento que despliega Hegel. Ya que la relación de dominación que tal institución representa se invierte en el desarrollo dialéctico de las formas de la conciencia.
La imagen de la muerte empleada por Hegel cuando afirma que, si el siervo teme al señor no es por éste mismo, sino porque se ha sentido profundamente angustiado por el miedo a otro amo, al amo absoluto que es la muerte, es en un segundo momento el temor del amo que ya no se reconoce como un ser independiente; cuando la clase poseedora de esclavos se descubre a sí misma absolutamente dependiente de la institución “esclavitud” que sostiene la “superabundancia” constituyente de su riqueza.
Es el momento de su autoaniquilamiento, de la abolición de la esclavitud, de la propia sujeción a la que los poseedores se sometieron al depender su subsistencia del trabajo del esclavo quien, a su vez, al reconocerse así mismo como transformador de la naturaleza se constituye en un ser en sí y para sí reconocido por él y por su amo, que en este movimiento descubre como dijimos su situación de dependencia asumiendo una nueva conciencia de sí.
Ahora bien ¿Obra de quién es éste acto histórico de abolición? ¿De la razón de un amo que se autolibera al abolir la relación que lo tornó dependiente de la labor del esclavo? o ¿De una Razón que se autorealiza en el mutuo reconocimiento entre las partes?
Este es el punto en el que Hegel da por concluida la Historia con la consagración de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, este reconocimiento jurídico que la Francia Revolucionaria hiciera a los hombres pero no a los escalvos como lo revela la reacción de Napoleón frente a la rebelión de la isla Dominicana. Mojón donde, siguiendo similar lógica, Marx retoma la Historia ya como lucha de clases que concluirá cuando los obreros concientes de sí y para sí realicen la revolución proletaria, que anule las relaciones sociales construidas sobre la propiedad privada de los medios de producción y de este modo den por abolida la explotación del hombre por el hombre.
Sitio en el cual, hace 20 años, Fukuyama la volvió a ubicar leyendo las lecturas hegelianas de Alexander Kojève, cuando con gran repercusión restituyó el Final de la Historia más o menos dónde lo había dejado Hegel: en el Consenso de Washington.
Pero siguen ocurriendo acontecimientos que reivindican nuevas razones, más allá de estas miradas teleológicas. Nuevos sujetos siguen emergiendo reclamando reconocimiento de su ser, auto reconociéndose así mismos y sus deseos de libertad, sus deseos a tener deseos, no bajo la forma de compradores o vendedores de fuerza de trabajo o de consumidores de mercancías, sino como otras subjetividades que rebasan los límites de lo dado por las constituciones consagradas. Es entonces cuando la rebelión de Toussaint Louverture y su rebelión que sobre pasó los límites de la propia conciencia que Francia tenía del significado de su Revolución, interpela nuevamente a la conciencia racista de Europa, (y de sus descendientes en los otros continentes) a su mirada euro céntrica, a la seguridad amenazada de los sectores pudientes de nuestras sociedades y de las potencias que las defienden. Estas presencias afirman desafiantes su pertenencia a este mundo compartido, globalmente mal distribuido y disparan los interrogantes que formulara Susan Buck-Morss en el texto comentado en la entrada anterior (hace click):
“¿Qué ocurriría si cada ocasión en la que la conciencia de los individuos sobrepasa los límites de las constelaciones de poder actuales y percibe el sentido concreto de la libertad, fuera valorada como un instante, aunque transitorio, de la realización del espíritu absoluto? ¿Qué otros silencios necesitarían romperse? ¿Qué historias indisciplinadas necesitarían contarse?”.

Los parches nos llaman a bailar este montuno


Hernán Cazzaniga

Reconocimiento a Haití

Grabado de Hegel en su alcoba


¡Ay de ti! Haití.
Conmueve verte temblar. La omnipresencia de la muerte en sus calles da pavor, hoy por causa de un terremoto pero la semana pasada cabalgaba sobre la pobreza y lo seguirá haciendo.
Isla en la que África, Europa y América se entrelazaron trágicamente a través del negreo.
Tierra de piratas y de bucaneros. Donde antes Colón se deslumbró con los Taínos y los Arawaks.
Cedida a Francia, se convirtió en el país de esclavos negros que hace más de 200 años se negaron a reconocer a sus amos al grito de Libertad o Muerte.
Lugar histórico y concreto de "la negación de la negación" y de otras negaciones que vinieron luego.
Allí ocurrió la rebelión de un pueblo de 400 mil esclavos procedentes de África (¿cuántos más habrán muerto en el camino a la Hispaniola?) que habían sido dispuestos servilmente, como en el resto de América para extraer sus riquezas explotando su fuerza de trabajo esclavizada. Para abastecer la creciente voracidad de sus amos europeos e impulsar el capitalismo.
Toussaint L’Ouverture, un negro liberto que estudió la carrera militar y llegó a ser General del ejercitó Francés encabezó en 1791 una revuelta contra los esclavistas franceses (pocos años después de la Revolución por la Libertad, la Igualdad y la Solidaridad que le costó el tocado a María Antonieta)

La respuesta fue el envío de un ejército de 25000 soldados a cargo del general Lecqler, el cuñado de Napoleón, por entonces primer Cónsul de Francia.
Tomado prisionero y deportado Toussaint L’Ouverture murió en las mazmorras de París, pero sus seguidores siguieron la lucha hasta vencer y fundar Haití (Gran Montaña) en 1804. Primer territorio independiente de lo que más tarde sería Latinoamérica para diferenciarla de la del Norte.
A diferencia de lo ocurrido en otros lugares de América la revuelta anticolonial triunfante en la isla Hispaniola encauzó un alzamiento de esclavos negros.
Aunque negados, omitidos o marginados por la propia Historia Europea estos hechos forman parte de ella.
La epopeya de aquellos negros cimarrones que, bajaron de las montañas y derrotaron a un ejército europeo, que abolieron la esclavitud y proclamaron su libertad y la independencia política de su territorio ¿es acaso inspiradora del comienzo de la Historia explicado a partir de la dialéctica del Deseo?

Desafiante y polémica Susan Buck-Morss en Hegel y Haití. La dialéctica amo-esclavo: una interpretación revolucionaria. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2005 considera a este instante, a ese acontecimiento como un momento de relevación filosófica trascendental.

Lo inscribe en la genealogía de la Dialéctica de la Historia en tanto inspiridor de la dialéctica amo-esclavo que formulará Hegel en la Fenomenología del Espíritu.
Este controvertido planteo señala que las lecturas del periódico Minerva, publicación alemana de política, que a principios del Siglo XIX siguió con atención los sucesos de Haití le informaron de aquellas novedades coloniales y movieron al filósofo de la Razón Absoluta a pensar estos hechos de un modo nuevo.
Hasta entonces La Razón Iluminista no les había reconocido a los esclavos su condición humana. No era a ellos a quienes identificaban, los diversos autores, como a los sujetos de los inalienables derechos. La proclamada Libertad refería a la libre disponibilidad de la propiedad privada como derecho supremo. Razón de ser del Estado Moderno que debe resguardarla. La existencia del esclavo en esta etapa de ascenso de la burguesía formaba parte del beneficio de inventario. Patrimonio heredable de otros tiempos al servicio de la acumulación originaria que motorizó la revolución industrial.
Susan Buck-Morss pone el acento en la omisión de los esclavos en estos tratados filosóficos, en estas maneras de pensar la historia, el origen de las relaciones humanas, de su organización social. Por eso se le otorga particular importancia a la inclusión de la categoría Esclavo en la Fenomenología hegeliana a la hora de pensar el inicio y principio rector de la Historia.
Categoría que estará vinculada a la de Trabajo como concepto constituyente de sujetos históricos.
De este modo Esclavitud deja de ser la antítesis estática y mítica del orden de la naturaleza que mentaron contractualistas como Rousseau y Hobbes (con valoración opuesta con respecto a lo que el mítico orden natural fuera para cada uno de ellos). Es decir la esclavitud pensada como metáfora del vínculo del Hombre con la Ley acordada, a través del pacto instituyente de la sociedad, el contrato social.

Por el contrario la versión Hegeliana la presenta como una categoría antagónica dentro de relaciones humanas dialécticamente constituidas.
Anclada en los acontecimientos interpretados la dialéctica amo-esclavo no surgirá según la autora de un complejo desarrollo especulativo guiado por el progreso de autoconciencia de la propia Razón.
No es la Idea con mayúsculas realizándose así misma. Ni es el Dios filosofante el que crea la Historia hasta llevarla a su estadio absoluto (El Estado Burgués, su realización plena y final –casi escribo fatal), por el contrario es la historia realizada por los hombres la que debió ser interpretada por el pensamiento hegeliano.
Desde esta perspectiva la rebelión iniciada en Haití en 1791 y el proceso de resistencia y lucha que alcanzó su independencia en 1804 adquieren particular relevancia dado que pusieron en juego en el propio seno de la sociedad burguesa el concepto mismo de Libertad y el sentido de la dominación colonial.

Europa se vio ante la existencia de sujetos que estaban dispuestos a morir contra los deseos de sus amos y de las potencias burguesas que, disfrazadas de faro del progreso, sostenían el régimen colonialista que se apropiaba de las riquezas generadas por aquellos esclavos.
Sobre esto hablaron los artículos que publicara Minerva entre 1804 y 1805 incorporando una postura abolicionista.

La constitución como sujetos históricos de estos esclavos libertarios debía ser explicado junto con la superación de esta provisoria y tensa situación. Sin embargo, no hay referencias explícitas de que Haití estuviera en la mente de Hegel a la hora de pensar estas ideas.
Notas marginales, coincidencias de época y el conocimiento de que Minerva era una cita de lectura obligada para el Filosofo a quien atribuye una particular avidez por las crónicas de los acontecimientos mundiales, le hacen inferir a Susan Buck-Morss la relación entre la consigna Libertad o Muerte y la imagen de la “Lucha a muerte” entre el esclavo y el amo que desplegara Hegel en la Fenomenología del Espíritu por aquellos años.

Pareciera que Haití hubiera sido condenado a quedar ajeno a toda genealogía. A todo reconocimiento de su valor histórico.

Ocultado en la propia obra de Hegel el vínculo entre sus postulados filosóficos y estas historias haitianas, la autora denuncia la persistencia de la omisión de Haití en la construcción de la propia conciencia europea y podríamos decir en nuestra propia conciencia americana.

Como explica didáctico Pablo Feiman en el video del canal Encuentro es propio de la esencia de la conciencia del esclavo su cosificación. La “coseidad” la caracteriza por la negación a reconocerlo como un ser para sí, es concebido como un ser dependiente, un ser para el otro, para el amo que es percibido por la conciencia como un sujeto independiente que se sirve para sí.
La esencia de la conciencia del amo es la del para sí. Soporte ideológico de la apropiación de la riqueza que acumula insaciable, de un modo superabundante.
De acuerdo al planteo hegeliano (que, abrirá la puerta, con la incorporación de la categoría Trabajo en la Filosofía de la Historia, a la concepción materialista que desarrollará Marx) la propia subjetividad del esclavo será transformada por su trabajo, en tanto se reconozca a sí mismo como transformador de la naturaleza mediante la aplicación de sus propias fuerzas sobre ella.
“Libertad o Muerte” expresa la voluntad de un sujeto histórico que ha alcanzado una autoconciencia independiente que se piensa para sí y esta dispuesto a dar la vida por su Libertad.
Omitido por América, en 2004 el bicentenario de Haití pasó sin pena ni gloria para la filosofía, ni siquiera como referencia para un discurso emancipador, de una América que se piense para sí.


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