DESTERRO
Huérfanos de patria los desterrados son aquellos que viraron hombres de ningún lugar. Parias del terruño, extranjeros de por vida, ajenos a los órdenes y sus dispositivos. Hay quien los piensa nostálgicos de su tierra, de su gente y su cultura. Para ellos está Nossa Senhora do Desterro. La virgen que los cuida de las propias saudades, de las nostalgias que tiñen la vida del desterrado y los ayuda a ser comprendidos por los habitantes de las nuevas tierras. En Italia, la misma imagen es la de
Desterro fue el nombre con el que durante un tiempo se identificó a
En algunos documentos, y durante mucho tiempo, el nombre que aparece en las cartas de viaje portuguesas y españolas, es el de Ilha de Santa Catarina. Dicen que cuando el sanvicentino Francisco Dias Velho, en 1675 llegó a la isla se conmemoraba el día de la santa. Sin embargo, el funcionario de la corona portuguesa la fundó (a la manera del adelantado Don Rodrigo Diaz de Carreras que fundó Cartagena que ya había sido fundada) - junto a su familia y “agregados” (tal cual lo consigna el folleto turístico de bienvenida) - como Nossa Senhora do Desterro. La virgen que para salvar a su hijo de los decretazos de Herodes, se exilia en Egipto. Virgen muy venerada por sanvicentinos y portugueses.
Dice una oración: “Nossa Senhora do Desterro, acompanhai-nos na travessia do deserto da vida, até alcançarmos o Oásis eterno, o céu.” Una dura metáfora de la vida como un no lugar del cual - para irnos - tendríamos que morir. Vivir para morir. Curiosa inversión que hace de nuestras pasiones, alegrías y tristezas terrenales un desierto, un destierro, cuyo fin es en el menos terrenal de los mundos en que quisiéramos habitar, aún de los más fantásticos y simbólicos.
Perdón. Vuelvo a las cuestiones nominales. Más ese nombre con el tiempo derivó en Desterro, simplemente. Eso de ser el lugar de los sin lugar (que por algo serán desterrados, dirían en los corrillos de los sectores del poder) no fue del agrado de algunos pobladores de la isla. Se hicieron consultas populares para consensuar el nombre de la isla. Ondina fue uno de los nombres votados. Diosa o ninfa, según de qué mitología se trate, que invariablemente tiene serios problemas de amores (obsesiones no correspondidas) y una fuerte relación con el agua. El mar, en fin. Sin embargo no fue Ondina el nombre que – obviamente- terminó identificando la isla.
Otra vez, otro pequeño laberinto, de cómo el poder se ejerce nominando las cosas. Declarada
La isla es la metáfora más acabada del destierro, sin más límite que el mar que rodea sus costas. Los desterrados, como las brujas, son aquellos que fuera de los límites del grupo se encuentran sin el continente de la patria, nación o, simplemente, el estado. Encarnan lo extraño, lo diferente, y llevan la marca del no formar parte. Casi una expulsión del ser común, de la humanidad y sus sentidos. Florianópolis es un lugar cuya historia está atravesada por desterrados y brujas. Su nombre, el nombre del poder, es el castigo que reciben aquellos que – como ya dijimos- osaron, como el salmón, nadar en otra dirección.