Los corsos porteños han sido el ámbito festivo en el que alegres y misteriosas Colombinas sedujeron entre serpentinas a deseosos festejantes, ansiosos de desenmascarar sus bellezas. Pero es sabido que gran parte de su encanto estaba en mantener enigmática la figura embelesante. En Siga el corso la voz de Gardel se desvive en ruegos que declaran el afán por conocer la belleza oculta. Este celebre tango de Anselmo Aieta con letra de Francisco García Jiménez nos ofrece una pintura del elusivo y seductor juego de máscaras.
Pero en el contexto carnavalesco el mismo conlleva serios riesgos. Hay en la narrativa tanguera -porteña literatura de educación sentimental-, en algunas vivencias de los muchachos de barrio melódicamente narradas, un modo trágico de resolver este ansioso cortejo. Una manera desencantadora de bailar con la verdad. Aunque aparentemente ganador –el carnaval es la exacerbación de las apariencias- las tragedias, en algnos casos, como se verá ocurren de un modo diferente al sufrido por los pierrots despechados por una Colombina infulada por la cartera de un bacán arlequinado, que comentara en la entrada anterior.
Refieren estas otras historias a aquellos tristes momentos en que el afán de conocer y la ilusión de que, sin máscaras, todo el año siga el carnaval, juega para el lado de la desilusión. Es el instante en que la voluntad de saber lo que oculta la fantasiosa mascarita, de descubrir la belleza escondida detrás del ilusorio antifaz, nos devuelve la realidad como un pelotazo del Gringo Scota. Es el momento en que, cediendo al insistente ruego del galán deseoso de apreciarla y, tal vez, disfrutar luciéndola entre los amigos, la muchacha descorre el velo y se muestra tal cual es:
La conocí en Puente Alsina, en el corsito del barrio,
yo iba de presidiario y ella de colombina.
Jugamos con serpentina, después con papel picado
y al rato de haber charlado temblando le confesé,
quisiera mirarla a usted, ¡mamá!, sin su antifaz colorado.
Y no, muy fulera no era la mina, claro,
las cuatro hermanas mayores tuvieron que tirarlas ¡mama mía!
Porque se lo habré pedido, casi caí desmayado,
tenía el cuero arrugado, y un ojo lo había perdido,
tenía el labio torcido, le faltaban cinco dientes,
una bocaza sonriente, grandota como un buzón,
la nariz como un morrón, ¡mama mía!, y pelos hasta en la frente.
Se fue acercando mimosa, mientras abría los brazos,
yo, me esquivé del zarpazo y ella seguía cargosa.
Cuando la vi peligrosa le dije en tono galante:
Mañana mi sol brillante,¿dónde te puedo encontrar?
Mañana en el Shangri-lá, soy la mujer elefante, soy.
Ni Drácula, el Hombre Lobo,ni Frankenstein eran nada
yo solté la carcajada y ella explotó como un globo.
Al punto vino el retobo la vi que alzaba la mano,
cerré los ojos y hermano, no sé que pasó después,
estoy en la sala diez del Hospital Italiano.
Si alguna moraleja nos dejan historias como la de la milonga En el corsito de mi barrio compuesta por Abel Aznar con Letra de Reinaldo Yiso y que acá canta Alfredo Piro, es que muchas veces además de ser triste la verdad se agrava por no tener remedio. En estos casos los manuales de estilo siempre aconsejan simular la sorpresa, mantener la compostura y rehuir la situación con distinguida elegancia… antes de que se desate la fiera. Hernán Cazzaniga
“Billetera mata galán” es uno de los apotegmas maradonianos más citados por despechados aspirantes al amor de una mujer y otras conquistas. Forma parte de una vasta antología junto con la trágica metáfora “me cortaron las piernas”, la profecía metonímica “la pelota no se mancha” o el enfático y ostensible “síganla chupando” que tanto escandalizó a cierta prensa y a la cual la crítica especializada atribuye menor valía literaria que a las frases anteriores. (En algún ámbito académico se discutió respecto a la autenticidad de la autoria de esta apelación al silencio e incluso se insinuaron denuncias de plagio, aunque por decoro prefirieron las muy doctas autoridades no avanzar sobre el asunto. Tampoco había acuerdos sobre la identidad de su autor ni las circunstancias en las que tales especialistas en cuestiones de la Lengua registraron su enunciación primera)
A diferencia de las anteriores, la de la billetera, tanto como la de la tortuga fugitiva otorgan al astro del fútbol un merecido lugar en el Parnaso, bien pegadito a Don Ramón Gómez de la Serna, el inventor de las greguerías o metáforas cargadas de humor.
La frase “Billetera mata galán” acaso esta reservada para un tango que aún no se escribió. Se inscribe en la tradición poética de este género urbano que ha convertido en frecuentado leitmotiv la resignada ironía del humilde galancete frente a los éxitos amorosos del despreciable bacán. La dupla pebeta-bacán aparece en numerosas letras enunciada por un yo encarnado en la figura de un pobre tipo que no puede equiparar la oferta abacanada, ni siquiera con todo el cariño amorosamente prodigado. La Comedia del Arte tanguera se reitera cada vez que carnavalescamente hace presencia ese tercero que, disponiendo de vento, provoca la denunciada traición. Aunque despreciado por poner precio al amor, este tipo casi siempre es corrido a un segundo plano, porque, como ya se sabe y contra la opinión de Sor Juana, “el hombre no es culpable en estos casos”. (Si no vean lo que le pasó a Catalina, que luego de preparar unos mates, amablemente, cosechaba alguna que otra puñalada)
La secuencia recurrente en estas breves historias se centra en la trayectoria de la mujer, a la que los letristas parecieran ver pasar taconeando altanera.
Es habitual que los relatos tangueros partan del reconocimiento de la nueva situación, que se revela triste y fatal: Se trata del momento trágico, la confirmación de la infidelidad que suele ser sucedido por un vano intento –desestimado por ella- de advertir que lo que está viviendo, no es más que un engañoso y provisorio momento de poco valor comparado con el pobre pero límpido amor que el narrador de esta desventura le dispensa. En algunos casos el poema concluye con el anuncio de una resignada espera, aunque más no sea para recibirla amistosamente; por si la piba llegara a precisar una ayuda o si le hiciera falta un consejo; o simplemente para confirmar, no sin cierto rencor, el pronóstico acerca de la efímera felicidad alcanzada con el sobornado embeleso. (Como los Redondos el Tango también sabe dar buenas y malas noticias respecto a la felicidad) Esta estructura narrativa la apreciamos entre otros tangos en Carnaval, compuesto por Anselmo Aieta con letra de Francisco García Jiménez en 1927. Esta composición nos ubica en el festivo ambiente de los Carnavales de antaño, con su Colombina y su Arlequín vistos desde la perspectiva sentimental de uno de esos tantos Pierrots porteños.
La puerta del lujoso salón de aquel baile de carnaval de los años 20, es el escenario del interrogatorio y las respuestas del soliloquio inicial de nuestro Pierrot donde se prefigura el doloroso y trágico desenmascaramiento: ¿Sos vos, pebeta? ¿Sos vos? ¿Cómo te va? / ¿Estás de baile? ¿Con quién? ¡Con un bacán! / ¡Tan bien vestida, das el golpe!... /Te lo digo de verdad... ¿Habré cambiado que vos, ni me mirás, / y sin decirme adiós, ya vas a entrar?No te apresures. / Mientras paga el auto tu bacán, / yo te diré: ¿Dónde vas con mantón de Manila, / dónde vas con tan lindo disfraz?Nada menos que a un baile lujoso / donde cuesta la entrada un platal...¡Qué progresos has hecho, pebeta! / Te cambiaste por seda el percal...Disfrazada de rica estás papa, / lo mejor que yo vi en Carnaval.La vida rueda... También rodaste vos. / Yo soy el mismo que ayer era tu amor.Muy poca cosa: un buen muchacho, / menos plata que ilusión.Y aquí en la puerta, cansado de vagar, / las mascaritas al baile miro entrar.Vos entrás también / y la bienvenida, a media voz, / yo te daré.Divertite, gentil Colombina, / con tu serio y platudo Arlequín.Comprador del cariño y la risa, / con su bolsa que no tiene fin.Coqueteá con tu traje de rica / que no pudo ofrecerte Pierrot,que el disfraz sólo dura una noche, / pues lo queman los rayos del sol.
Ahora bien. Dirá la mina, esa voz sistemáticamente silenciada en la tangografía: “Ok! Ya terminó el Carnaval y a esta Colombina se le piantó su Arlequín, tal como lo anunciaste vos”…“¿Y qué, si sólo fui Margot por unos días? ¿Y qué, si ya no soy una Margarita? ¿Y qué, si quedé deshojada y el último pétalo dijo NO? … ¿quién me quita lo bailado? ¡Raja de acá, Pierrotudo!”
Ya sé. No me lo digan, tienen razón. Es una conclusión absurda. Los muchachos me achacarán esta desviación genérica, degenerada visión tanguera. El malevaje extrañado lo leerá sin comprender e insultante dirá: “lo único que le falta a este gil es hincarse en la iglesia a rezar” No, muchachos. A tanto no llego. Es solo una provisoria impostura. Un juego de carnaval. Apenas una concesión al dominio de tanta literatura reivindicativa del orgullo y la sensibilidad femenil.
Está llegando el carnaval, ese ritual periódico, esperado por muchos con tanta alegría trazada, escondida. Gente que como Chico Buarque quiere gritar y se está guardando para cuando llegue la hora de poner lo cotidiano en suspenso durante tres días. ¿Momento repetitivo y extraordinario en el cual volveremos a tener la sensación de que la alegría es sólo brasilera, como en los mundiales de fútbol? Para negarlo resonará la voz de Charly algo más rechoncho y menos zarpado que en otros tiempos. Mientras un Maradona de contorno variable y siempre proclive al zarpe sueña con dejar relamiendo a unos cuantos periodistas este año también. No obstante, Brasil, con su jogo bonito y su Carnaval, con la exuberancia de su callejera y televisada alegría, volverá a ofrecernos en febrero su documento de identidad al paso de las escolas por el sambódromo y, promediando el año, volverán a sambar vestidos de verdeamarelho en las canchas Sudáfricanas. Mundialmente estas imágenes metonímicas recrearán la creencia y los deseos de turistas convencidos de que eso es lo que Brasil es: Una comunidad de festejantes. Un universo armónico, alegre y festivo. Imperio del feliz progreso que avanza exuberante al ritmo ordenado por el pandeiro. Discurso social, el de lo carnavalesco, que Roberto da Matta interpretara con afán de dilucidar el dilema brasilero en su Carnavais, Malandros e Heróis. Ese libro que, según narra la leyenda de la Antropología misionera, la Goro trajera, luego de su incursión académica por Río, como ofrenda para sus discípulos que la supimos apreciar en la cátedra de Cognitiva y Simbólica, (a ella y a esta obra). ¿Qué es lo que hace a Brasil, Brasil? Se preguntaba a fines de los ‘70 da Matta y para pensarlo, colocó las acuarelas que nos lo pintan como una tierra de samba y pandeiro, junto a otros discursos ritualizados que trascienden el paso del tiempo.
Bajo influjos estructuralistas, se despojó el antropólogo brasilero de lo históricamente variante o provisorio y centró su enfoque en lo que hay de duradero en el “espíritu” brasilero, en el “carácter” de su cultura. En su derrotero por la ritualidad de esta sociedad se topó con la tensión entre su talante autoritario, jerarquizado y violento y la dramatizada búsqueda de un mundo de armonía y democrática igualdad. Acaso ¿No es el orden imperante al que refiere la inscripción de la bandera, el de la autoridad jerarquizada y de las autorizaciones que usufructúan quienes pueden obtener provecho de las desigualdades sociales, del orden estatutario? Ese orden social establecido, por un lado, sobre una institucionalidad basada en posiciones de status y prestigio donde, si cada quien reconoce su locación social, no hay lugar para el conflicto dentro de la gran familia brasileira: El orden conservador por excelencia. Ese orden en el que se sabe distinguir entre el mundo de las personas a las que se les reconoce derechos, permisiones o privilegios y el de los simples y anónimos ciudadanos sometidos a las tan democráticas, como impersonales y coercitivas leyes ciudadanas, que contrastan con el primero. (Gráficamente lo resume la expresión: "para os amigos, tudo; para os inimigos, a lei"). La casa y la rua, según da Matta, simbolizan esos órdenes contrapuestos en la mitología brasilera. El de la casa pertenece al orden de lo privado donde, cada quien es reconocido como persona. Representa el lugar de la paz, jerárquica y armniosamente ordenada en oposición a la lucha que, despersonalizados individuos pelean en las calles para ganarse la vida, sometidos a las burocráticas leyes o a las impersonales reglas del mercado. Pero, el anonimato del espacio público callejero que, iguala a los ciudadanos bajo el imperio de las leyes de la calle, puede quedar momentáneamente en suspenso toda vez que irrumpe una afirmación personalizante reivindicando privilegios. Ocurre por ejemplo cuando un Alguien echa mano a una recurrente fórmula que coloca a cada quién en su lugar dentro de la jerarquías reestablecidas: "você sabe com quem está falando?", es lo que interrogará el funcionario de alto rango, o la persona de Familia frente al policía de tránsito que pretenda multarlo o ante cualquier otra ocasión en la que un don nadie en representación del Estado ose aplicarle la impersonal Legislación. Ritual que surge espontáneo para recuperar la identidad de la persona marcando las diferencias de derechos entre ellas, para poner a cada quien en su lugar dentro del orden estamental. El ritual del "você sabe com quem está falando?" junto al culto a los héroes representado en los desfiles militares característicos de los días patrios ritualizan para da Matta los aspectos jerarquizantes y autoritarios de la sociedad brasilera. Pero hay a su vez un orden superior en el que simbólicamente se juega la tensión entre las estructuras jerárquicas y el ideal igualitario: la sociedad iguala a toda su membresía en tanto hijos de Dios pero, en un lugar subalterno respecto al de las santidades y sus mediadores eclesiásticos, que luego de la igualadora procesión retoman su lugar diferencial en el púlpito y estarán en los palcos también en los rituales patrios. Contrapuesto al cotidiano autoritarismo expresado en el “voce sabe…” o la reafirmación de la autoridad marcada por el desfile (las paradas) en las calles de las tropas militares o el final de las procesiones con sus palcos donde la gran familia brasilera reconoce personalmente a quienes se sitúan en el lugar más próximo a Dios Padre o de los padres de la patria, ocupando simbólicamente su posición, el carnaval recupera festivamente las calles, provisoria, cíclica y brevemente para encarnar el ideal igualitario que las relaciones espontáneas allí vividas expresan. Es el tiempo en el que el brasilero puede mostrarse en la rua cordial y sin ataduras, sin sentirse amenazado, agredido. Deseosamente disfrazado da sentido pleno al repetitivo tudo bem con que niega a diario la violencia y opresión contenida. Es un tiempo en el que el conflicto se suspende para dramatizar la utopía de un mundo, armónico, igualitario y feliz en el que cualquiera puede personalizar la figura de un rey, un ser mítico o especie animal. Por un instante el Carnaval, libera los cuerpos, para negar o mejor suspender las estructuras de poder y de autoridad que los dominan el día a día. El orden se subvierte provisoriamente y mientras los héroes nacionales, estatalmente instituidos, dejan las calles que ocuparon en los desfiles militares, el héroe popular, Pedro Malasartes, gana la escena durante esos días. La figura mítica de Pedro Malasartes, representa a los antiguos malandros, aquellos homenajeados por Chico Buarque en su versión carioca de la Ópera de los Tres Centavos y que son popularmente celebrados, por su modo personal de vivir la vida. Pícaros y seductores burladores, cuya genealogía se remonta a la península ibérica, estos antiguos malandros, saben transitar las estructuras del poder gambeteando sus constricciones. Con conocimiento de las contradicciones, los valores, y el ideario del sistema, saben, astutamente, sacarle personal provecho a las reglas sociales, siendo capaces de cargar con pases mágicos los bidones o hacer Goles válidos con la mano. Vaya, pues, nuestro homenaje a los que disfrutan del carnaval aquí o allá dando rienda suelta a la liberadora alegría, a garotinhas y poetas que ruegan a Dios un poco de malandrage y -¿por qué no?- a esos imprescindibles que a diario dominan, arrabaleros, el arte del jeitinho, ese modo de ser tan brasilero.
Si París se conmovió con las penas de la garganta de su Gorrión, Montevideo se emociona con la voz de su Canario aguantando el mostrador, levantando su vaso por las dudas y por las maduras.
Finalmente se fue, se venía yendo, como se han ido tantos que en los recuerdos andan disfrazados de santos. Se mudó el año pasado a otros bares donde seguirá preguntando por Molina, brindando por Pierrot, recordando a los desaparecidos del Uruguay... Su ausencia estará presente en este póstumo carnaval y en los que vendrán porque su etapa se hizo canción. Seguro que el diablo se apiadó de él y se lo llevó para su murga, lo tendrá en sus candilejas. Porque el maligno tiene buen gusto y, como es sabido, el tiempo muchas cosas le enseñó a los dos.
Homenaje a Canario Luna en este tiempo de Carnaval. Tiempo de gloria del Diablo. Hernán Cazzaniga
“- Las cartas no son más que un trozo de papel. Aunque se quemen, en el corazón siempre queda lo que tiene que quedar; por más que las guardes, lo que no debe quedar desaparece.” Haruki Murakami, Tokio Blues (Norwegian Wood)
En las recomendaciones turísticas, en los panfletos o en la dulce voz de la chica que brinda información en la terminal de Florianópolis, la playa de Pántano do Sul aparece caracterizada por su gastronomía. Así como como Riberao da Ilha es historia y cultura; Barra da Lagoa, ropas y veleros; Joaquina, surf y, Canasvieiras, argentinos; a Pantano le tocó gastronomía. Etiquetas que simplifican lugares, imágenes y olores. Allí, frente al mar, en una pequeña bahía, sobre la playa, uno puede ver una considerable cantidad de bares y restaurantes ofreciendo sus servicios. Una suerte de friso colorido y dispar de logos, mesas, sillas, y luces que – cálidas -, se recortan en los anocheceres.
En una esquina, está ubicado el Bar do Arantes. Se trata de un lugar particular. Uno podría decir que su peixe frito con pirao puede llegar a provocar una experiencia religiosa, casi mística. Sobre todo si uno previamente tomó la cachaça –invitación de la casa – una caipirinha y cerveza. Toda experiencia religiosa requiere del transitar ciertos caminos que abren las puertas de la iluminación. Sin embargo esta nota no trata de éxtasis personales o nirvanas placenteros (o tal vez si). Trata de palabras escritas en papeles que quedan pegados en las paredes y en el techo del Bar de Arantes. La cosa es más o menos así: cada comensal escribe - en unos papelitos comunes sin logos ni publicidad – lo que se le ocurre, ese papel, con ese texto, va a parar a ese mundo de papeles en el que uno se interna al ingresar al lugar.
Cuando, la otra tarde, entré a tomar la cerveza de la reflexión, llevaba conmigo el Tokyo Blues (Norwegian Wood ) de Murakami. Novela que provocó en mí una suerte de extrañamiento poético, la rara sensación de que a través de un procedimiento de tintes metafóricos, como en la construcción de ciertas armonías disonantes, uno se conectara sin saber muy bien como con estados de ánimo, sensibilidades y goces. De la misma manera, que los anuncios turísticos recortan muchas veces casi arbitrariamente la descripción de un lugar, suele pasar lo mismo con las reseñas que uno lee en las contratapas de los libros. Supongo que no es fácil describir las sensaciones que provoca el peixe frito con pirao, así como tampoco es tarea sencilla reseñar una novela de Haruki Murakami. A ver, el problema se presenta al querer decir algo, sin decirlo todo; al crear otro pequeño mundo textual, expresivo, que remita a otra experiencia. Se me hace intraducible aunque en esa fatalidad estén otras nuevas y posibles iluminaciones (ya se, exagero). Todo este divagar porque si uno lee la reseña en la contratapa de Tokio Blues en la edición Maxi Tusquets de 2008 y después lee la novela, salvo la acción inicial y el nombre de los personajes, no se ven, al menos para mí, puntos de coincidencia.
La cuestión es que atardecía y entraba al Arantes con mi libro de Murakami a tomar una cerveza. Sonaba, en el bar, la voz y la guitarra bahiana de Dorival Caymmi. Canciones de versos cortos, precisos y bellos. Saudades de pescadores y de la vida en comunidad. Me senté en una mesa en la cual podía ver de frente el mar. Pedí mi birra y me puse a leer la novela y los papeles con los mensajes que llovían desde el techo. Fue ahí, en ese momento, en que pensé que tenía que escribir esto que estoy escribiendo unos días después escuchando la voz quebrada de Daniel Johnston. Pensé en las cosas que se escriben, en las cartas, en los mensajes, en los garabatos que a veces borronean palabras en servilletas de bares amanecidos. Es como creer que escribir es un arma contra el olvido, un conjuro para la memoria. Infructuosa lucha para evitar las pérdidas, las cosas que ya no están. Ya sabemos: los amores pasados y perdidos, los paisajes vistos, las risas, los llantos, los orgasmos, las personas que nunca volveremos a ver, la infancia, las certezas. En el acto de escribir, a diferencia del decir, asumimos un convenio, un contrato, decimos: “está escrito”. Como si eso fuera posible, como si no hubiera contratos incumplidos, como si no hubiera ficción, al fin de cuentas.
En los papeles del bar se nota el paso del tiempo en algunos de ellos. El color amarillento, la tinta difusa, la textura del desgaste son signos ineludibles de que han sido dejados hace mucho ya en el mar de mensajes que hace del Arantes ese lugar tan especial. Qué “aquí estuve”, que “nunca olvidaré este momento”, que “con mi novia y su amiga por aquí pasamos”, que soy de tal o cual lugar en diversos idiomas y formatos: letras, dibujos y símbolos de códigos sin descifrar. La imagen del bar es como el negativo de aquella otra que nos muestra un mensaje en una botella tirado al mar. Uno deja su mensaje en un océano de mensajes que se pierden en las paredes y el techo del bar que queda frente al mar. Uno, también, sentado y tomando su bebida, conversando con alguien o leyendo Tokio Blues, puede leer - como sin querer - las palabras que naufragan en los papeles e imaginar otras historias.
Al comenzar, tenía la idea de escribir sobre los recuerdos como folletos turísticos o reseñas de contratapa de la memoria pero prefiero finalizar con algo un tanto más esperanzador. O por lo menos más placentero. Y es qué a través de la escritura, una canción se transformó en una poderosa y sensible novela. Y las palabras que tatuaron los papeles escritos en el bar, en una bella metáfora de lo provisorio de las cosas.
Café Azar enero del 2010 Pantano do sul, Florianópolis, SC
Parafraseando la canción que popularizó Ray Charles en los ’60 y que se convirtiera en el himno del Estado de Georgia, estas entradaspodrían ser llamadas “Haití on my Mind”, o al menos en la mente de Hegel y su Fenomenología del Espíritu. Su obra, considerada por él mismo como culminación de la Historia de la Filosofía y por sus críticos como el momento cúlmine de la filosofía burguesa ordena en un relato unitario la Historia de la Filosofía desde los Griegos hasta él, presentándola como una Totalidad que se piensa a sí misma hasta alcanzar la autoconciencia de sí. La historia del pensar es pensada por Hegel como la autorrealización de la Razón. Su visión teleológica del asunto está establecida desde el punto de arribo desde el cuál construye una genealogía del pensar en términos de superación dialéctica, de un continuo especular del ser pensante que capta lo contrapuesto en su unidad para llegar a su fin: La Razón Absoluta. (La Razón Triunfante) La Historia misma de la Humanidad, -Universal y Absoluta- no es otra que la Historia de la progresión hacia la conciencia de la Libertad como su razón última y su materialización institucional: La civilización europea, el Estado burgués. Si, su filosofía representaba la culminación del proceso de autorrealización de la Razón, la Revolución Francesa, sus ideales burgueses, representaron el momento sublime en el que Hombre conquistó la Libertad, la instituyó. Instante en el que logra el reconocimiento universal de la voluntad libre como fundamento sustancial de todo derecho, para el cual el Estado prusiano representa su forma institucional más acabada. De este modo la Razón Filosófica y la Histórica confluyen y concluyen juntas en este esquema de pensamiento, en esta forma de la conciencia Europea que asume como punto de partida metafórico la dialéctica amo-esclavo. Dialéctica en la que en primera instancia el esclavo es percibido como un ser dependiente, convertido en objeto, en mera cosa. Caracterizado por la falta de reconocimiento y contrapuesta a la figura del amo, que se reconoce como un ser independiente, con conciencia para sí. Pero la institución esclavitud lleva ínsita las condiciones de su destrucción en la propia lógica del reconocimiento que despliega Hegel. Ya que la relación de dominación que tal institución representa se invierte en el desarrollo dialéctico de las formas de la conciencia. La imagen de la muerte empleada por Hegel cuando afirma que, si el siervo teme al señor no es por éste mismo, sino porque se ha sentido profundamente angustiado por el miedo a otro amo, al amo absoluto que es la muerte, es en un segundo momento el temor del amo que ya no se reconoce como un ser independiente; cuando la clase poseedora de esclavos se descubre a sí misma absolutamente dependiente de la institución “esclavitud” que sostiene la “superabundancia” constituyente de su riqueza. Es el momento de su autoaniquilamiento, de la abolición de la esclavitud, de la propia sujeción a la que los poseedores se sometieron al depender su subsistencia del trabajo del esclavo quien, a su vez, al reconocerse así mismo como transformador de la naturaleza se constituye en un ser en sí y para sí reconocido por él y por su amo, que en este movimiento descubre como dijimos su situación de dependencia asumiendo una nueva conciencia de sí. Ahora bien ¿Obra de quién es éste acto histórico de abolición? ¿De la razón de un amo que se autolibera al abolir la relación que lo tornó dependiente de la labor del esclavo? o ¿De una Razón que se autorealiza en el mutuo reconocimiento entre las partes? Este es el punto en el que Hegel da por concluida la Historia con la consagración de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, este reconocimiento jurídico que la Francia Revolucionaria hiciera a los hombres pero no a los escalvos como lo revela la reacción de Napoleón frente a la rebelión de la isla Dominicana. Mojón donde, siguiendo similar lógica, Marx retoma la Historia ya como lucha de clases que concluirá cuando los obreros concientes de sí y para sí realicen la revolución proletaria, que anule las relaciones sociales construidas sobre la propiedad privada de los medios de producción y de este modo den por abolida la explotación del hombre por el hombre. Sitio en el cual, hace 20 años, Fukuyama la volvió a ubicar leyendo las lecturas hegelianas de Alexander Kojève, cuando con gran repercusión restituyó el Final de la Historia más o menos dónde lo había dejado Hegel: en el Consenso de Washington. Pero siguen ocurriendo acontecimientos que reivindican nuevas razones, más allá de estas miradas teleológicas. Nuevos sujetos siguen emergiendo reclamando reconocimiento de su ser, auto reconociéndose así mismos y sus deseos de libertad, sus deseos a tener deseos, no bajo la forma de compradores o vendedores de fuerza de trabajo o de consumidores de mercancías, sino como otras subjetividades que rebasan los límites de lo dado por las constituciones consagradas. Es entonces cuando la rebelión de Toussaint Louverture y su rebelión que sobre pasó los límites de la propia conciencia que Francia tenía del significado de su Revolución, interpela nuevamente a la conciencia racista de Europa, (y de sus descendientes en los otros continentes) a su mirada euro céntrica, a la seguridad amenazada de los sectores pudientes de nuestras sociedades y de las potencias que las defienden. Estas presencias afirman desafiantes su pertenencia a este mundo compartido, globalmente mal distribuido y disparan los interrogantes que formulara Susan Buck-Morss en el texto comentado en la entrada anterior (hace click): “¿Qué ocurriría si cada ocasión en la que la conciencia de los individuos sobrepasa los límites de las constelaciones de poder actuales y percibe el sentido concreto de la libertad, fuera valorada como un instante, aunque transitorio, de la realización del espíritu absoluto? ¿Qué otros silencios necesitarían romperse? ¿Qué historias indisciplinadas necesitarían contarse?”.
¡Ay de ti! Haití. Conmueve verte temblar. La omnipresencia de la muerte en sus calles da pavor, hoy por causa de un terremoto pero la semana pasada cabalgaba sobre la pobreza y lo seguirá haciendo. Isla en la que África, Europa y América se entrelazaron trágicamente a través del negreo. Tierra de piratas y de bucaneros. Donde antes Colón se deslumbró con los Taínos y los Arawaks. Cedida a Francia, se convirtió en el país de esclavos negros que hace más de 200 años se negaron a reconocer a sus amos al grito de Libertad o Muerte. Lugar histórico y concreto de "la negación de la negación" y de otras negaciones que vinieron luego. Allí ocurrió la rebelión de un pueblo de 400 mil esclavos procedentes de África (¿cuántos más habrán muerto en el camino a la Hispaniola?) que habían sido dispuestos servilmente, como en el resto de América para extraer sus riquezas explotando su fuerza de trabajo esclavizada. Para abastecer la creciente voracidad de sus amos europeos e impulsar el capitalismo. Toussaint L’Ouverture, un negro liberto que estudió la carrera militar y llegó a ser General del ejercitó Francés encabezó en 1791 una revuelta contra los esclavistas franceses (pocos años después de la Revolución por la Libertad, la Igualdad y la Solidaridad que le costó el tocado a María Antonieta)
La respuesta fue el envío de un ejército de 25000 soldados a cargo del general Lecqler, el cuñado de Napoleón, por entonces primer Cónsul de Francia. Tomado prisionero y deportado Toussaint L’Ouverture murió en las mazmorras de París, pero sus seguidores siguieron la lucha hasta vencer y fundar Haití (Gran Montaña) en 1804. Primer territorio independiente de lo que más tarde sería Latinoamérica para diferenciarla de la del Norte. A diferencia de lo ocurrido en otros lugares de América la revuelta anticolonial triunfante en la isla Hispaniola encauzó un alzamiento de esclavos negros. Aunque negados, omitidos o marginados por la propia Historia Europea estos hechos forman parte de ella. La epopeya de aquellos negros cimarrones que, bajaron de las montañas y derrotaron a un ejército europeo, que abolieron la esclavitud y proclamaron su libertad y la independencia política de su territorio ¿es acaso inspiradora del comienzo de la Historia explicado a partir de la dialéctica del Deseo?
Desafiante y polémica Susan Buck-Morss en Hegel y Haití.La dialéctica amo-esclavo: una interpretación revolucionaria. Buenos Aires: Grupo Editorial Norma, 2005 considera a este instante, a ese acontecimiento como un momento de relevación filosófica trascendental.
Lo inscribe en la genealogía de la Dialéctica de la Historia en tanto inspiridor de la dialéctica amo-esclavo que formulará Hegel en la Fenomenología del Espíritu. Este controvertido planteo señala que las lecturas del periódico Minerva, publicación alemana de política, que a principios del Siglo XIX siguió con atención los sucesos de Haití le informaron de aquellas novedades coloniales y movieron al filósofo de la Razón Absoluta a pensar estos hechos de un modo nuevo. Hasta entonces La Razón Iluminista no les había reconocido a los esclavos su condición humana. No era a ellos a quienes identificaban, los diversos autores, como a los sujetos de los inalienables derechos. La proclamada Libertad refería a la libre disponibilidad de la propiedad privada como derecho supremo. Razón de ser del Estado Moderno que debe resguardarla. La existencia del esclavo en esta etapa de ascenso de la burguesía formaba parte del beneficio de inventario. Patrimonio heredable de otros tiempos al servicio de la acumulación originaria que motorizó la revolución industrial. Susan Buck-Morss pone el acento en la omisión de los esclavos en estos tratados filosóficos, en estas maneras de pensar la historia, el origen de las relaciones humanas, de su organización social. Por eso se le otorga particular importancia a la inclusión de la categoría Esclavo en la Fenomenología hegeliana a la hora de pensar el inicio y principio rector de la Historia. Categoría que estará vinculada a la de Trabajo como concepto constituyente de sujetos históricos. De este modo Esclavitud deja de ser la antítesis estática y mítica del orden de la naturaleza que mentaron contractualistas como Rousseau y Hobbes (con valoración opuesta con respecto a lo que el mítico orden natural fuera para cada uno de ellos). Es decir la esclavitud pensada como metáfora del vínculo del Hombre con la Ley acordada, a través del pacto instituyente de la sociedad, el contrato social.
Por el contrario la versión Hegeliana la presenta como una categoría antagónica dentro de relaciones humanas dialécticamente constituidas. Anclada en los acontecimientos interpretados la dialéctica amo-esclavo no surgirá según la autora de un complejo desarrollo especulativo guiado por el progreso de autoconciencia de la propia Razón. No es la Idea con mayúsculas realizándose así misma. Ni es el Dios filosofante el que crea la Historia hasta llevarla a su estadio absoluto (El Estado Burgués, su realización plena y final –casi escribo fatal), por el contrario es la historia realizada por los hombres la que debió ser interpretada por el pensamiento hegeliano. Desde esta perspectiva la rebelión iniciada en Haití en 1791 y el proceso de resistencia y lucha que alcanzó su independencia en 1804 adquieren particular relevancia dado que pusieron en juego en el propio seno de la sociedad burguesa el concepto mismo de Libertad y el sentido de la dominación colonial.
Europa se vio ante la existencia de sujetos que estaban dispuestos a morir contra los deseos de sus amos y de las potencias burguesas que, disfrazadas de faro del progreso, sostenían el régimen colonialista que se apropiaba de las riquezas generadas por aquellos esclavos. Sobre esto hablaron los artículos que publicara Minerva entre 1804 y 1805 incorporando una postura abolicionista.
La constitución como sujetos históricos de estos esclavos libertarios debía ser explicado junto con la superación de esta provisoria y tensa situación. Sin embargo, no hay referencias explícitas de que Haití estuviera en la mente de Hegel a la hora de pensar estas ideas. Notas marginales, coincidencias de época y el conocimiento de que Minerva era una cita de lectura obligada para el Filosofo a quien atribuye una particular avidez por las crónicas de los acontecimientos mundiales, le hacen inferir a Susan Buck-Morss la relación entre la consigna Libertad o Muerte y la imagen de la “Lucha a muerte” entre el esclavo y el amo que desplegara Hegel en la Fenomenología del Espíritu por aquellos años.
Pareciera que Haití hubiera sido condenado a quedar ajeno a toda genealogía. A todo reconocimiento de su valor histórico.
Ocultado en la propia obra de Hegel el vínculo entre sus postulados filosóficos y estas historias haitianas, la autora denuncia la persistencia de la omisión de Haití en la construcción de la propia conciencia europea y podríamos decir en nuestra propia conciencia americana.
Como explica didáctico Pablo Feiman en el video del canal Encuentro es propio de la esencia de la conciencia del esclavo su cosificación. La “coseidad” la caracteriza por la negación a reconocerlo como un ser para sí, es concebido como un ser dependiente, un ser para el otro, para el amo que es percibido por la conciencia como un sujeto independiente que se sirve para sí. La esencia de la conciencia del amo es la del para sí. Soporte ideológico de la apropiación de la riqueza que acumula insaciable, de un modo superabundante. De acuerdo al planteo hegeliano (que, abrirá la puerta, con la incorporación de la categoría Trabajo en la Filosofía de la Historia, a la concepción materialista que desarrollará Marx) la propia subjetividad del esclavo será transformada por su trabajo, en tanto se reconozca a sí mismo como transformador de la naturaleza mediante la aplicación de sus propias fuerzas sobre ella. “Libertad o Muerte” expresa la voluntad de un sujeto histórico que ha alcanzado una autoconciencia independiente que se piensa para sí y esta dispuesto a dar la vida por su Libertad. Omitido por América, en 2004 el bicentenario de Haití pasó sin pena ni gloria para la filosofía, ni siquiera como referencia para un discurso emancipador, de una América que se piense para sí.
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Desde el plenilunio de fin de año, ciclotímica, la luna sigue menguando con marcada tendencia al apagón. Mientras tanto la entrada anteriorconcluía con una suerte de celebración, una invitación a beber, reír y bailar porque la diversión sólo terminará cuando la luna se apague, dice el canto festivo con que cierra La Luna, Ópera en dos actos compuesta por Carl Orff. En Carmina Burana el espíritu variable de la que rueda alrededor de la tierra y determinante de nuestros destinos es comparado con el rodar de la mismísima Fortuna, la Emperatriz del Mundo. Carl Orff recupera en esta obra el espíritu de los poetas goliardos. Se llamaba Goliardos a clérigos y pícaros estudiantes universitarios que vagabundeaban por la Europa del siglo XIII. Precursores de cierto espíritu libertino fueron considerados en su tiempo unos demonios. Precisamente la palabra Goliardo refiere a la figura del diablo o demonio y la Iglesia, siguiendo su milenaria costumbre, los condenaba por apartarse del modo de vida decente. Y vale la pena recordarlos en estos tiempos en los que un tal Benedicto ocupa el sillón de San Pedro, porque sabido es que San Benito, en el Siglo VI, estableció las reglas benedictinas que debían regir la vida en los monasterios para aprovechar la luz diurna y determinar con precisión el tiempo de orar, laburar y estudiar. Es decir, de joder ni hablar. Gracias a sus poemas satíricos los Goliardos nos dieron a conocer su descontento con el espíritu eclesial imperante en los claustros monacales. Celebraron los placeres mundanos que, en las tabernas eran disfrutados por los hombres del pueblo. Cantaron al vino, a las mujeres. Festejaron sacrílegos el amor y el juego. Rindieron culto a la Fortuna, que sabían era, variable como la Luna. Que como ella, sin cesar, crece o desaparece… como nos enseña el primer movimiento, ¡Oh! ¡Fortuna!, de Carmina Burana.
UC Davis University Chorus, Alumni Chorus, Symphony Orchestra, and the Pacific Boychoir perform Carl Orff's "Carmina Burana," at the Mondavi Center on the campus of UC Davis. Jeffrey Thomas, conducting, Shawnette Sulker, soprano, Gerald Thomas Gray, tenor, and Malcolm MacKenzie, baritone. Series: Mondavi Center Presents [6/2007] [Arts and Music] [Show ID: 11787] Hernán Cazzaniga
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En estas provisorias entradas, iluminadas por el azulado plenilunio de fin de año, y cuando ya la luna mengua, seguimos hablando de ella, desde los distintos lenguajes artísticos y continuaremos adelante, con otros temas cuando su brillo sea nulo, siguiendo los sabios consejos de un anciano italiano. En este derrotero en torno a la luna, otro cibernauta dejó su huella con forma de entusiasta comentario. Ya antes Mario Arkus, de él se trata, había dejado en este blog emotivos y perspicaces comentarios acá y acá. Ahora provino de otro de sus mundos, el de la Ópera, quizás atraído por la misma fuerza magnética que empleara Cyrano en su viaje a la Lunay dejó aquí testimonio de algunos de los encuentros entre el planeta Ópera y la Luna. Por su bitácora sabemos que el 5 de diciembre de 2009 estuvo viendo la nueva producción del Theater an der Wien, de Viena: la opera "Il mondo della Luna" (1777) con música de Franz Joseph Haydn y libreto de Carlo Goldoni e informa que se trata de una Comedia de engaños -cercana al estilo de Moliere- donde también toca el tema de la astronomía y la vida en el satélite, como la precursora novela de Cyrano.
También en ese documento de viajero refiere a las ridiculizaciones de que fuera objeto el Dr. Franz Mesmer por parte de Mozart en su Ópera Così fan tutte. Arkus nos recuerda que al igual que Cyrano, Mesmer fue atraído también por la cuestión del magnetismo, como lo revela su tratado sobre la influencia de la Luna y los planetas sobre los cuerpos. Pero a diferencia de Cyrano, que empleó la fuerza magnética para conducir su cápsula a la Luna, Mesmer hallará en ésta un poder terapéutico. El mesmerismo se inscribe en la tradición intelectual de Paracelso, médico, astrólogo y alquimista del siglo XVI, quien postulaba que la tierra era un gran imán y propiciaba terapias magnéticas y creía firmemente que el “imán es el rey de todos los secretos.” Si bien en 1777 la real sociedad francesa de medicina dio por ciertos los poderes sanatorios de las curaciones magnéticas que practicaba el abad Le Noble, rechazó al poco tiempo el tratado sobre magnetismo animal de Monsieur Mesmer. Para él los astros poseen magnetismo e inciden sobre el sistema nervioso de los seres humanos cargándolos con esa energía.
Pero ese magnetismo difiere del ferroso y lo empleaba como terapia curativa basada en pases energéticos, algo similar a las imposiciones de mano empleadas hoy en el Reiki. Muchas de las llamadas terapias alternativas que se practican en la actualidad se fundan en un discurso energético, por ahí andan nuestros amigos orgones, en las sierras cordobesas, tratando que fluya libre por los cuerpos la energía orgónica aplicando las enseñanzas de Wilhelm Reich, el discípulo de Freud, que la descubriera estudiando la neurosis. Pero volviendo al derrotero operístico señalado por Arkus, encontramos allí otra señal de los encuentros de la Luna con el mundo de la Ópera Se trata de los dos actos compuestos por Carl Orff en 1939 basados en un cuento de los Hermanos Grimm. La Luna como se llama esta Ópera es una historia con moraleja que trata de cómo se creó, nos dice Arkus, y trata de como fue robada para iluminar un poblado, para acabar colgada en el cielo por San Pedro como se ve en el video del final que vamos a escuchar mientras esperamos que comience el espacio operístico que conducirá el propio Mario Arkus em FM universidad. Queda, pues sonando la canción final, la moraleja, de esta obra del autor de Carmina Burana.
Es evidente que el alejamiento de la Luna al que referí en la entrada anterior de esta serie inspirada por el suceso del Blue Moon de fin de año (hacer click aquí yaquí), ocurrió antes de iniciar el Siglo XVII, cuando ya no bastaba con disponer de una escalera para montar en ella y degustarla como a un queso.
Por entonces ya los perros aullaban a causa de su lejanía y había quienes comenzaron a ensayar novedosos medios para alcanzarla, superando la gravosa relación que los hombres mantienen con la Tierra.
Entre ellos se destaca Cyrano de Bergerac, precursor imaginario de los viajeros modernos. Un auténtico innovador en el campo de la literatura. Italo Calvino y otros lo consideran padre fundador de la Ciencia Ficción, si por tal entendemos al género que apela a resolver los desafíos humanos anticipándose al desarrollo científico de su época o preanunciando el gobierno de la físico-química por medio de dispositivos inventados por la razón humana. Es decir, no de un modo maravilloso ni fantástico o a través de causas metafísicas, sino por la aplicación de conocimientos científicos o tecnologías aún no alcanzados. El propio Calvino, no por casualidad, recomienda, en Por que leer a los clásicos, la lectura de este autor bajo el título Cyrano en la Luna a continuación del apartado dedicado al Libro de la Naturaleza en Galileo.
Calvino afirma que “en la época en que Galileo chocaba con el Santo Oficio, uno de sus partidarios parisienses proponía un sugestivo modelo de sistema heliocéntrico: el universo es como una cebolla que «conserva, protegida por cien películas que la envuelven, la preciosa yema a partir de la cual diez millones de cebollas alcanzarán su esencia [...]. El embrión, en la cebolla, es el pequeño Sol de ese pequeño mundo que calienta y nutre la sal vegetativa de toda la masa».
La visión botánicista de esas millones de cebollas, deja de lado la imagen del sistema solar como un todo unitario con un único centro para dar lugar a la de la infinidad de mundos imaginada por Giordano Bruno, antes de ir por eso a la hoguera.
La cosmografía que concibió Savinien de Cyrano (Cyrano de Bergerac) promediando el 1600 nada tiene que envidiar en algunos de sus aspectos a las teorías actualmente en vigencia acerca del universo. Él lo mentó como una serie de procesos dinámicos movidos por soles que se depuran: «Cada día el Sol se descarga y purga de los restos de la materia que alimenta su fuego. Pero cuando haya consumido enteramente la materia de que está compuesto, se expandirá por todas partes para buscar otro alimento, y se propagará a todos los mundos que ya había construido en una ocasión, y en particular a los que estén más cerca. Entonces ese fuego, fundiendo otra vez todos los cuerpos, volverá como antes a lanzarlos a granel por todas partes, y purificado poco a poco, empezará a servir de Sol a los otros planetas que generará proyectándolos fuera de su esfera.» ¿Qué me vienen a hablar del Big Bang?, dejen esas onomatopeyas para las historietas! También el movimiento de la Tierra tiene una ingeniosa explicación: “…los rayos del Sol son los que «al dar en ella, con su circulación la hacen girar como hacemos girar un globo dándole con la mano», o bien los vapores de la Tierra misma calentada por el Sol son los que, «golpeados por el frío de las regiones polares, vuelven a caerle encima y al no poderle dar sino de costado, la hacen girar en redondo».
Esa misma energía solar es la que empleó en su primer intento de viaje de París a la Luna, viaje que se precipitó sobre los iroqueses del Canadá:
“Había sujetado alrededor de mí gran cantidad de frasquitos llenos de rocío, sobre los que el sol lanzaba sus rayos tan violentamente que el calor los atraía como hace con las nubes más grandes, y me elevé tan alto que por fin me encontré por encima de la región media. Pero como esta atracción me hacía subir con demasiada rapidez y, en vez de acercarme a la Luna, como yo quería, me parecía que estaba más alejado que al partir, rompí varios de mis frasquitos hasta sentir que mi peso sobrepasaba la atracción, y que descendía hasta la Tierra”
Recuperado de los magullones de éste y otros intentos, finalmente Cyrano logró su objetivo apelando a la fuerza del magnetismo. Construyó con empeño una capsula de hierro propulsada por un imán que, él mismo arrojaba hacia arriba con gran esfuerzo cada vez que la nave lo alcanzaba (algunos físicos niegan la factibilidad de este método). No obstante el diseño de la nave se anticipó en más de tres siglos a los que imaginaran Julio Verne en Viaje de la Tierra a la Luna y George H. Wells en Los primeros hombres en la Luna, los cuales a su vez fueron el modelo empleado por Georges Méliès en 1902 en su film Viaje a la Luna y Fritz Lang quien, en 1929, cinematográficamente imaginó un viaje espacial que situó a La Mujer en la Luna, anticipándose un par de décadas a la experiencia de los rusos con la pobre Laika. Estos modelos de ficción guardan un gran parecido con los que, según algunos lenguaraces, en el 69 el Hombre llegó "efectivamente" a la Luna .
Hasta aquí este respetuoso reconociento a Cyrano como pionero de la navegación espacial, un capítulo aparte merecen su ética libertina y su mirada antropológica respecto a los otros con los cuales tomó contacto en sus aventuras... pero esos temas quedan para más luego.
Ya pasó el 2009 y vivió su última noche bajo el brillo del plenilunio, teñida de blue moon. Ese atardecer, sentado en la vereda Caféla vió por un instante flotando sobre el Paraná (y hay que creerle porque, como en muchos de sus relatos, él estuvo allí) y vaya a saber por qué, si por Azar o extraña causa no la pudo fotografiar en el momento en que estaba dispuesta a despegar de la Tierra con quienes subieran abordo en Villa Blosset.
Italo Calvino recuerda que "hubo un tiempo, según Sir George H. Darwin, en que la Luna estaba muy cerca de la Tierra." Pero ... "las mareas fueron poco a poco empujándola lejos, esas mareas que ella, la Luna, provoca en las aguas terrestres y en las cuales la Tierra pierde lentamente energía."
Desde hace algún tiempo sus encuentros con la Tierra se producen en el Paraná, en este lugar donde los antiguos sabían ya que la Luna venía a brillar. Yacyretá tal vez fue el lugar que eligió en busca de aguas más calmas, luego de ser ahuyentada por aquellas mareas.
Algunos vecinos de Posadas creen que la crecida actual del río es obra de ingenieros que diseñaron una represa aguas abajo. Afirman convencidos que antes no se producían las olas que hoy vemos y que la vida era más linda cuando existía la playita de San José. Entre los tantos custionamientos, por un sin fin de estragos ocasionados por esa obra, hay quienes temen y acusan afirmando que la energía generada por la represa será la responsable de un próximo distanciamiento lunar. De su relocalización a costas lejanas.
Pero... ¿No será, acaso, el destino de la Luna migrar por causa de la atracción que ella misma provoca? ¿No será que es repelida por las fuerzas que ella genera, como ocurriera en los tiempos que recuerda el viejo Qfwfq -quién también estuvo allí y por eso puede dar fé de lo enunciado.
Escapa a mí capacidad dirimir esta polémica sustentada en afirmaciones tan plausibles. A cambio los invito a ver esta secuencia de videitos de la obra "La distanza della luna" para que disfruten de la música y del relato adaptado del cuento de ItaloCalvino.