Variaciones infinitas 2.
Tantas veces me borraron, tantas desaparecí / a mi propio entierro fui/sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo/ pero me olvidé después/ que no era la única vez/ y seguí cantando”.
M. Elena Walsh (1972)
Su condición herbívora la hace inofensiva para los humanos y demás animales; más bien debe protegerse de langostas, pájaros y otros insectos ponzoñosos como avispas y arañas. Y de los niños rapaces que las atrapan para mostrarlas en frascos de vidrio. http://www.youtube.com/watch?v=zlNDUnGNvfg
Hablando del tiempo, marzo trajo otros aires y se callaron las chicharras. Su retirada me hizo notar cuán poco sé de estos bichos, por ejemplo: ¿qué hacen cuando no andan celebrando el calor?, ¿cómo cantan o chirrían? Según nuestros humores para tolerar las temperaturas o los sonidos ambientales, decimos que hacen una u otra cosa y las convertimos en indicador doméstico del clima estival.
Cigarra, coyuyo o chicharra; prefiero este último nombre porque es una derivación onomatopéyica casi perfecta de su sonido característico. Nombre en femenino que incluye a ambos sexos, aunque sean preferentemente los machos quienes chicharrean para indicar peligro, localizarse y sobre todo para invitar a la procreación. Ellas se dedican a escuchar y a acudir a esas llamadas de amor que arrecian cuando más calor hace; cual diurnos serenateros, entonan invocaciones de amantes, se turnan o compiten por atraer a las hembras en distintos registros, duraciones y volúmenes sonoros.
Tampoco me contaron en la escuela cómo pueden emitir tan prodigioso sonido, así que ahora vengo a saber que poseen un perfecto órgano sonador en la parte externa del abdomen, constituido por membranas o timbales y sacos de aire que actúan como caja de resonancia, amplificando el sonido hasta hacerlo audible hasta a 2 kilómetros de distancia.
Les lleva más tiempo volverse adultas que el tiempo vivido en la tierra, mimetizadas y escondidas en las hendiduras de troncos y ramas. Cuando emergen de las numerosas camadas de huevos, las larvas caen a tierra y viven subterráneamente entre las raíces en estado de ninfas. A 2.000 especies reconocidas les lleva un promedio de 5 a 13 años concluir su desarrollo alimentándose de la savia que obtienen con su estilete bucal. Casi una niñez y la pubertad creciendo clandestinamente, mudando de caparazones hasta cinco veces, para emerger, finalmente, con tornasoles de verdes y marrones, con seis patas, cuatro alas y grandes ojos.
Ya en las frondas, se presume que en esa corta temporada anual sólo se dedican a procrear, pues se verifica su muerte en grandes cantidades luego de ese breve ciclo. Sea por el esfuerzo de su canto y porque desovan en cantidades inmensas, macho y hembra se extinguen luego del cometido vital que los impulsa.
¿Resonancias poéticas, metáfora política de la no muerte, de la celebración de los retornos?:
“Cantando al sol como la cigarra/ después de un año bajo la tierra/
igual que sobreviviente/ que vuelve de la guerra.Tantas veces me borraron, tantas desaparecí / a mi propio entierro fui/sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo/ pero me olvidé después/ que no era la única vez/ y seguí cantando”.
M. Elena Walsh (1972)
Su condición herbívora la hace inofensiva para los humanos y demás animales; más bien debe protegerse de langostas, pájaros y otros insectos ponzoñosos como avispas y arañas. Y de los niños rapaces que las atrapan para mostrarlas en frascos de vidrio. http://www.youtube.com/watch?v=zlNDUnGNvfg
Y es que de infancias son mis imágenes primordiales, en dos notas disonantes: la primera, esos espacios frescos que evocan una Posadas de patios amplios y arbolados, de corazones de manzana como montes y veredas asombradas de paraíso, jaracandá y mango. De aventuras trepadoras, de juegos y escondites, de siestas robadas al control familiar. Y la segunda, el ingenuo recuerdo escolarizado de la fábula de La Fontaine, estereotipia de la bohemia, el ocio y la pereza como disvalores a despreciar. En realidad, el relato silencia el fin de la potencia creativa de su canto para atraer al sexo opuesto, humanizando ese tiempo de seducción elaborada como tiempo perdido. Por eso mismo: ¡negarnos la evidencia científica y hacernos preferir a la hormiga!, ¿te parece…?.
Prefiero no abundar en comentarios respecto de la versión en verso de Samaniego, que elogia y justifica la negativa egoísta de la hormiga a compartir provisiones en invierno con la cigarra. Más que esta convicción conservadora propia de su tiempo, lo que asombra es que opiniones actuales retomen la imagen denostada de la cigarra para equipararla al colectivo social de los piqueteros y sus demandas.
Encuentro en la enciclopedia internáutica suficientes razones para reivindicar su estatuto y su linaje simbólico. En la Grecia del Olimpo, la chicharra estaba consagrada a Apolo, dios de la luz, la adivinación, la medicina y las artes. En la región de la Antigua China y Corea (dinastía Han s. II-I a.C.) las cigarras representaban la resurrección y se tallaban diminutas piezas en jade con forma de larvas como ornamentos mortuorios.
Ya en el campo musical prehistórico, hay evidencias de posibles efectos miméticos entre el bichito y los primeros instrumentos, en particular los aerófonos con membrana que producían sonidos semejantes a su chicharreo. En la mencionada región oriental chino-coreana aparece tempranamente la flauta traversa de bambú con membrana, y en la etapa mesoamericana de la cuenca de México los primeros aerófonos también son instrumentos de viento con membrana realizados en barro y piedra. Se supone que eran llamadores de animales y que, combinados con efectos sonoros vocálicos, eran instrumentos musicales. Y para seguir sobrevolando asociaciones, La Chichara es un grupo cordobés de música para niños : www.momusi.org.ar/discos-de-la-chicharra/conciertos-bichos/31/index.html
Imposible dejar de recordar las interpretaciones retomadas en el cine, que abren un nuevo abanico de efectos modernos de sentido (escandalosos y sexuados): “La cigarra no es un bicho” (1963), todo un clásico nacional, con dirección de Daniel Tinayre, la colaboración de Landrú en el guión y un elenco memorable: Amelia Bence, Ángel Magaña, Narciso Ibáñez Menta, Malvina Pastorino, Luis Sandrini y la infaltable Mirta Legrand, entre otros. Y se me ocurre que hay admiradores de Virna Lisi entre los lectores, por lo que menciono “La chicharra” (1979), dirigida por Alberto Lattuada, donde la rubia comparte protagonismo con Anthony Franciosa en un drama de amores contrariados, traiciones, adulterios.
Más satisfecha que antes con mi conocimiento sobre el tema, de salida encuentro que en España esperan a la segunda semana de julio para celebrar una fiesta que llaman “La chicharra revienta cantando”. En una mezcla de evento turístico y religioso (vísperas de la Verbena de Santa Ana) las asociaciones tradicionales de la región manchega desde 1999 se convocan de viernes a domingo en Albacete. Horas de música, comida, abundante bebida y mucho baile; aires de jota, fandango, rondas, en calles y plazas. Un hermoso cumplido de pandereta, violín, timbales y una excusa para prolongar la jarana chicharresca bajo la sombra.
http://www.youtube.com/watch?v=3AOFzdfXn90
4 comentarios:
Liliana en su divagar por este blog incorpora nuevas sensaciones que el bueno de Café ¿habrá de incorporar en sus partes meteorológicos para tornar más vivible los climas de época?:
Refiere a Índices de saudades, sensaciones sonoras como las que provocan las chicharra y uno imagina en confrontación con bocinazos y valsesitos que incluso, pueden derivar, en combinación con otras sensaciones, en índicadores de erotismo.
Con lo cual Provisorio podría convertirse en un servicio hot muy acorde con los pronósticos de calentamiento global.
Será cuestión de pronosticar antes de que se acabe el mundo.
Si la idea del mundo es acabarse en una siesta, que sea con mùsica de chicharras, serìa un apocalipsis por lo menos entretenido.
Miguel
con acabar en una siesta yo me conformo
con acabar en una siesta yo me conformo
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