DAMIÁN

Las fotos están deterioradas. Son fotos manchadas por la humedad y por el tiempo que estuvieron expuestas en la puerta de una vieja heladera que me acompañó en los últimos años. Así las ubiqué – esta vez - tratando de ordenar las caras y dar la sensación de una ubicación casual. Foto de fotos. Y ahí están: mis hijas: Maki y Naín, mi viejo: Hugo tocando el bombo, el Tata al fondo y en la cabecera de la mesa, Juanca y Francisco (también se la ve a Natalia con Sofía en brazos). Seguramente Ofe está detrás de la cámara sacando la foto. Y ahí también estamos Damián y yo, cada uno con su torta de cumpleaños. Una semana entre un cumple y el otro. La semana que separa a virgo de libra. Aunque ahora esa distancia es nimia, sin sentido (también era así en aquellos tiempos). Poco después de la ausencia, del vacío que quedó tras los días de vigilia, Mariana Di Pinto me pidió que escribiera algo para el diario El Territorio recordando a mi amigo, a mi hermano. Recuerdo dije que si, sin pensar, todavía adormecido por el dolor. Este es el texto que escribí aquella vez.
Podría volver a escribir, casi de la misma manera, gran parte de este texto. El relato de lo que viví al lado de Damián. De nuestros encuentros y desencuentros. De esa terrible y contundente complicidad. Sin embargo, no suscribiría ni el título, ni el final. Creo – ahora, después de mucho tiempo - que ya nos vimos, que ya compartimos confabulaciones, alegrías, discusiones y gestos. Creo que no hay otra vida que esta y eso quizás sea lo que provoca (citando a Caetano) el dolor y la delicia de ser lo que somos. Damián está presente en mis relatos, en la forma en que cada vez que lo vuelvo a convocar aparece espejándose en el retrato que hago de el. Y también, por supuesto, en la foto y en algunas de estas líneas que comparto una vez más.


Nos Vemos

La cosa es mas o menos así: nace con horas compartidas. Recuerdo las imágenes desde Canadá junto a Rubén y Hugo, y nosotros en el SiPTeD asombrados mirando los espejitos de colores. Fue en el 87. Después fue un encuentro casual –Damián había vuelto y yo era uno de los nuevos en Teleducación-; hablábamos de Blade Runner la película de Ridley Scott donde los artefactos eran más humanos que los propios hombres. “He visto tantas cosas que ahora se perderán como lágrimas en la lluvia,” decía Rugter Hauer, el androide cuya humanidad era eliminada por la cara de piedra de Decker (Harrison Ford). En un rinconcito del Centro Cívico habíamos escrito esta frase entre otras. También fue la música y una frase de Charly tatuada en esa pared: “Cuando el mundo tira para abajo, es mejor no estar atado a nada, imaginen a los dinosaurios en la cama.”
Hubo alguna que otra discusión como corresponde entre quienes se están conociendo. Horas de compartir espacios, oficinas, proyectos comunes, radio y televisión. Llego un momento en que las horas desaparecieron. El tiempo se deshizo en afecto y fue ahí cuando decidimos viajar a San Salvador de Bahía. Viaje de tres días en micros truchos y sospechosos. El Pelourinho, el fuerte con la banda Yla Yle, La cantina da Lua, las chicas inglesas ajenas y distantes, Arembepe.
La amistad que se hace cada vez más firme a pesar de que después de esas vacaciones el tiempo compartido ya no fue tanto. Uno sabe quienes son sus amigos cuando su presencia ya no es tan necesaria. Basta encontrarse después de un tiempo para continuar siendo cómplices en los gestos, las palabras y los silencios.
Por eso yo se que nos volveremos a encontrar, para hablar de cine, para admirar a Tim Roth, Julia Roberts, Ricardo Darín, Winona Ryder y Pierre Bossnan. Seguramente nos cargaremos con los resultados de los partidos y yo le recordaré el gol de Palermo en cancha de Boca. Después retomaremos las conversaciones zapping, los secretos, la familia, Franco (-Damián, dejá que ese chico conozca el piso), Liliana, Chocha, Cristina y Malila, Apóstoles, el Che, Cuba y Sabina. Como en el agente 86 nos pondremos bajo la campana de cristal en donde fraguaremos conspiraciones, chismes y reconocimientos. Jugaremos al fútbol un día miércoles, a la noche, en el Tokio con todos los compinches. No se cuando será, ni donde nos encontraremos, pero creo adivinar que –citando otra canción- será yendo detrás de un perfume de mujer.
Por todo eso, Damián, nos vemos.

Café Azar
Noviembre 2002/Septiembre 2010

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