Es una mañana en la que la música suena como en Tom y Jerry, cuando a Tom le va bien. Mi cabeza, como una carcaza maltratada, solo pide reposo en la profundidad tranquila del mar. Todo indica que el sujeto, desacostumbrado a los desbordes de las copas, las risas, las horas, solo está destinado en esta roja jornada, a lamentar con su latimosa existencia la fulgurante noche que el jolgorio le propinara.
Todo en él se arrastra buscando coherencia. Todo es fragmento. La trémula flecha de la brújula ondula, sin carcasa, en la cuneta, al ritmo de una corriente incomprensible y veloz.
Pero el Mate!
Oh! Mate!
Coo un druida exquisito y discreto, deja fluir sus verdes jugos por las grietas de la roca en que se ha convertido la noche anterior. Su magia, portando la paciencia de los saberes antiguos reflejados en acciones cotidianas, transforma el granito en piedra filosofal. Después del tercer o cuarto mate, la vida vuelve a parecer posible. A medio termo, el alma está dispuesta a reiniciar tareas. Si bien es cierto, el cuerpo aún no la acompaña. Pero he ahí la naturaleza del brevaje: su efecto solo en apariencia en la materia anida. Su verdadero despegue, la flor de su pequeña y milagrosa primavera, retoña en el alma. Esa parte de nosotros, que cargábamos inconscientes, como si fuera un niño en alguna parte de la espalda, revive.
Si la vista, aún perezosa de enfoques nítidos, solo puede lidiar con horizontes tan vagos como lejanos, ya comienza el alma asociada al mate, a pergeñar asados, fuegos, chamameces, ensaladas de papas y otras ensaladas que seguramente, evocadas por manos femeninas, surgirán con ese espíritu pret-a-porter que tienen las ensaladas domingueras.
Quién sino el domingo nos dará terreno para caminar descerebrada y lentamente hasta el fondo del patio, en un ejercicio de relax solo posible en este otro fondo, el de la semana. En este "fond de semain". Y allí, tentados de naturaleza y temerosos de juicio, quizás sucumbir y finalmente descargar la urgencia urinaria sobre el verdor crecido y las maderas negras de humedad.
Volver adelante y reencontrar el mate. Ya con ánimo y voluntad restablecidos. Mucho antes de que se acabe el primer térmo, la persona recobra las riendas de su vida. Desde el inmenso mar primigenio de la resaca, con la aceleración creciente de los tragos, que amorosos labios de la bombilla ganan, fue reconstituido el mundo por el demiurgo verde y compañero.
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