Las jugadas y las sombras
"Llegan mensajeros con noticias de la batalla; los reyes no parecen oírlos e, inclinados sobre el tablero de plata, mueven las piezas de oro... Hacia el atardecer, uno de los reyes derriba el tablero porque le han dado jaque mate y poco después un jinete ensangrentado le anuncia: tu ejército huye, has perdido el reino" (Leyenda Celta) citada por Borges y Bioy Casares.
Pensamientos acerca del Café de mi barrio. Imágenes de la película de Jarmusch.
Recurrentes evocaciones de Ferdinand de Saussure comentadas por Liviana Divaga en la entrada anterior.
Conversaciones con infinitas variaciones que no agotan jamás el universo de enunciaciones posibles, aunque conformen, sí, el universo de todo lo realmente realizado. Al menos hasta la próxima jugada: quizás la que dé mate y ofrezca nuevamente la posibilidad de volver a distribuir los trebejos sobre el tablero, sobre los mosaicos del Café que les sirven de escena a las humeantes charlas o el emplazamiento disputado por los bandos contrarios en cada guerra entre dos reinos.
Como recitábamos ayer “Dios mueve al jugador y éste la pieza. ¿Qué Dios, detrás de Dios la trama empieza, de polvo y tiempo y sueño y agonías?”
¿Movido por cuál de estos dioses Escher tramó este Ajedrez infinito, en perpetua metamorfosis, en el cual, quizás entre otros, se celebre el ritual entrevisto ya por los Celtas?
En cierto modo ellos ya habían mentado la metáfora de los espejos, suerte de laberinto en el cual dos reyes juegan sobre un tablero que refleja el drama de sus súbditos luchando por defender sus respectivos reinos.
¿Quién movía secretamente aquellas piezas?, ¿De dónde surgió la luz primera encerrada aún en este universo especular; su primera movida? ¿Cuál ha sido el movimiento que precedió al anuncio del jinete? ¿Cuál será el que preceda a la huída que dictará el jaque mate en la próxima? ¿A cuál de los dioses le compete la responsabilidad de liberar de este universo de actos reflejos a los combatientes?
La salida, aconseja Marechal, hay que buscarla por arriba. Pero… ¿es posible salir por arriba o por abajo si acaso el universo fuera como el tablero que acompaña al epígrafe, ilustrado por Sandro del Prete?
Semejante a las arquitecturas diseñadas por Escher, esta obra de Del Prete abre por lo menos dos interrogantes o tal vez tres:
¿Es posible salir del gris laberinto del humo desprendido por pocillos y cigarrillos que recuerdan el Café al que concurre habitualmente Daniela por estos días, o acaso nos sumerge en otro de los tantos nudos de Escher? ¿Estaba escrito en alguna parte que mi entrañable amiga viviría en un edificio de Barracas en cuyos patios hice picar la pelota infinidad de veces y mire desde el Pensamiento el verde de la Plaza Colombia?
Conversaciones con infinitas variaciones que no agotan jamás el universo de enunciaciones posibles, aunque conformen, sí, el universo de todo lo realmente realizado. Al menos hasta la próxima jugada: quizás la que dé mate y ofrezca nuevamente la posibilidad de volver a distribuir los trebejos sobre el tablero, sobre los mosaicos del Café que les sirven de escena a las humeantes charlas o el emplazamiento disputado por los bandos contrarios en cada guerra entre dos reinos.
Como recitábamos ayer “Dios mueve al jugador y éste la pieza. ¿Qué Dios, detrás de Dios la trama empieza, de polvo y tiempo y sueño y agonías?”
¿Movido por cuál de estos dioses Escher tramó este Ajedrez infinito, en perpetua metamorfosis, en el cual, quizás entre otros, se celebre el ritual entrevisto ya por los Celtas?
En cierto modo ellos ya habían mentado la metáfora de los espejos, suerte de laberinto en el cual dos reyes juegan sobre un tablero que refleja el drama de sus súbditos luchando por defender sus respectivos reinos.
¿Quién movía secretamente aquellas piezas?, ¿De dónde surgió la luz primera encerrada aún en este universo especular; su primera movida? ¿Cuál ha sido el movimiento que precedió al anuncio del jinete? ¿Cuál será el que preceda a la huída que dictará el jaque mate en la próxima? ¿A cuál de los dioses le compete la responsabilidad de liberar de este universo de actos reflejos a los combatientes?
La salida, aconseja Marechal, hay que buscarla por arriba. Pero… ¿es posible salir por arriba o por abajo si acaso el universo fuera como el tablero que acompaña al epígrafe, ilustrado por Sandro del Prete?
Semejante a las arquitecturas diseñadas por Escher, esta obra de Del Prete abre por lo menos dos interrogantes o tal vez tres:
¿Es posible salir del gris laberinto del humo desprendido por pocillos y cigarrillos que recuerdan el Café al que concurre habitualmente Daniela por estos días, o acaso nos sumerge en otro de los tantos nudos de Escher? ¿Estaba escrito en alguna parte que mi entrañable amiga viviría en un edificio de Barracas en cuyos patios hice picar la pelota infinidad de veces y mire desde el Pensamiento el verde de la Plaza Colombia?
Tal vez ella atravesó el espejo que yo crucé en el sentido inverso cuando vine a Posadas.
Hernán Cazzaniga
Hernán Cazzaniga
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