Minas de corrales









Una comarca al sur del departamento Rivera, al norte del Uruguay. Entre hermosos cerros cubiertos de chilcas y formaciones rocosas propias de las últimas estribaciones del macizo de Brasilia, Minas de Corrales exhibe una rara de mezcla de pionerismo malogrado, orgullo antiguo y reflejo del Uruguay profundo, que los uruguayos del sur poco conocen.

Minas de Corrales tiene algunos privilegios, lamentablemente en ruinas o poco significativos para su prosperidad. Uno de ellos es la primera represa hidroeléctrica de Sudamérica, constuirda para proveer de energía a la molienda de mineral. Los otrora imponentes edificios y sus no menos imponentes ruinas, hablan ese lenguaje obscuro y bello de lo que fué ambición y progreso y hoy no lo es más. Testigos de como se malogran los destínos promisorios muchas veces o como la riqueza a veces no deja hijos.


Como un reflejo nefasto del pasado, la explotación actual de oro en las cercanías del Pueblo le pasa a este por al lado, como en Potosí, la riqueza de la tierra fluye a otra parte. Por el pueblo se enseñorean las camionetas de la mina, nuevas, rápidas. A su paso surgen hongos prontos a desaparecer cuando el consumo de la mina se termine: carritos de hamburguesas y tiendas que venden tornillos (una especialización del consumo antes impensable). Desde 1996 se ha retomado la búsqueda empresarial del oro y no se puede decir que los beneficios para Minas sean evidentes. De los arroyos sigue saliendo oro y un señor viejito, que mantiene un museo del oro en una habitación de su casa, asegura que cualquiera podría ganar entre 50 y 100 dólares diários lavando oro en ellos.

Mañana habrá raid de caballos. Los mejores ejemplares del pueblo y sus alrededores correrán 60 kilómetros. Hoy pululan hombres de botas, bombacha y boina, en las instalaciones del Club Social de los Trabajadores. Al entrar hay un ambiente de mercado público. Los corrillos se reparten entre el escenario donde los trofeos dan una nota brillante, el exterior, donde se juega taba y el bar donde algunos parroquianos más que sentados parecen amontonados al mostrador. Todo exuda un olor a alcohol que sale de los poros. Los ojos enrojecidos de muchos sostienen requerimientos con puchos liados que cuelgan de los labios, en ese malabar criollo olvidado hace tiempo en otras latitudes.

Llegamos al lugar de la cena. En comedor del humilde hotel tenía una parrilla que parecía la sucursal del infierno. Esas llamas apuradonas que con cierta mezquindad van largando sus bracitas, se levantaban con el mismo apuro de siempre en el lado izquierdo. Tradicionalmente oblicua, la parrilla las enfrentaba, sosteniendo apenas los dos corderos que, suculentos, no habían dejado lugar para el más mínimo chorizo. Pero los corderos estaban crudos! y eran las 9 de la noche! Con Carlos nos miramos y nos dispusimos a esperar. Todos llegaron después que nosotros y se sentaron alegres en la interminable mesa. En una esquina personajes del pueblo compartían una guitarra y era como que john travolta, parloteara con john wayne, mientras leonardo di caprio los escuchara atentamente. Nuestra presencia los había reunido y casi se podría decir que los había hecho descubrirse unos a otros.

Todo terminó en abundancia. Los traedores de la carne se aburrieron al final, de ofrecer sin éxito su manjar de carne. El cordero estuvo buenísimo y, ya muy tarde, nos fuimos a dormir a una pieza de cuatro, entre cuatro, que era lo único que había libre.

Al día siguiente, a las ocho, lo mejor ya había pasado. Los del Raid (esa carrera que las mata bien muertas) salieron a las 6 y a las 10 ya habían llegado. El pueblo vivía un desasosiego que se le notaba inusual. Los más conspicuos miembros de su dirigencia comunicaban sofocados y telefónicamente a sus parientes en montevideo el resultado de la lid. Asombrados por tanta pasión, nosotros, puebleros, nos fuimos.

El próximo pueblo no era muy distinto. Sus glorias eran, sin embargo, de menor valor romántico y el busto de Artigas, dorado como todos, era de la clase de los que parecen extraterrestres disfrazados de Artigas.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Sin dudas: "...la riqueza no deja hijos".

susana dijo...

estoy orgullosa de ser de aqui lastima que se llevan todo...

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