Variaciones infinitas

Yes!, nós temos banana
Bananas pra dar e vender
Banana, menina, teim vitamina
Banana engorda e faiz crecer
Yes!, nos temos banana
Bananas para queim quizer.
(João de Barro/ Alberto Ribeiro)

Érase una vez en Río…
una tregua florida que se vive en la calle y se mueve repicando samba. La gente se vuelca a protagonizar y espectar, dispuesta a estar junta para cantar y bailar unos días. Fiesta donde la carne vale, es carnaval. Estremecido, arrepiado, el arte acontece en la piel, modula en las voces una poesía a pecho abierto y los pies soportan nuestros huesos inquietos por desatarse en danzas.

Uno se vuelve multitudes que desfilan sin fin, una tras otra, esquivando el tránsito y las lluvias finas de marzo, hasta aguantar nomás. Comanda la risa en los blocos de rua que se reúnen para salir por el barrio con los vecinos detrás y con los que se cuelan a su paso:
                                                                          Cachorro Cansado, Carmelitas, Unidos do Faz Quem Quer, Concentra Mais Nao Sai, Escravos Da Mauá, Garganta Seca De Irejá, É Pequenho Mais Vai Crecer, O Negocio Ta Feio E O Teu Nome Ta No Medio, Espreme Que Sai, Piranhas de Sao Roque, Chocolate Com Pimenta, y así, entonando viejas marchinhas van por Flamengo, Santa Teresa, Lapa, Tijuca, Laranjeiras, y más.

Multitudes sin miedo ni recelo del otro porque sin el otro no hay carnaval; quien quiere marcha y los que no, miran, como la policía que vigila por compromiso esta transa de vivir y dejar vivir. “Buen carnaval, buen desfile” se escuchan repetidamente en bares repletos y en las casas donde la comida y la abundante cerveza sustentan los preparativos y los descansos intermedios.

El tiempo se acompasa con aires sincopados y la tristeza de amores perdidos, la queja por la poca plata o el asco por la mugre que abunda se entonan con música, con disfraces coloridos y un hormigueo provocado por las fuerzas dulzonas de cavaquiños, zurdos y pandeiros. La musiquita arranca e invita y va creciendo hasta ganar la ciudad, arremolinando gente en balanceo concordado y libre. Pagode o rap, funky o batuque suenan para repasar los temas que todos saben cantar y alrededor de los palcos de concierto nocturnos deambulan piratas, mariposas y abejitas, personajes de historietas, madamas y angelitos. Algunos se miran de reojo y con respeto por las camisetas distintivas de las escolas de samba que compiten en la Sapucaí, sin patoteo barato ni provocaciones pueriles fuera del escenario donde todo se juega por el título de campeón.

Esta gente se toma en serio el carnaval; saben de su efecto regenerados de ánimos a través del disfrute concertado; comprobaron que esto no viene de gracia como el viento fresco sino que requiere preparación, ideas y laboriosa artesanía. Claro que es un negocio turístico ahora, es parte de una industria cultural que atrae gringos a rolete, y ese acto de magia tiene sus trucos. Hacen acontecer la alegría compartida y es una fiesta provisoria que los enorgullece. Puede no dar certo en algo también, pero la pasión dispuesta es tal que todo lo cubre, todo lo salva y justifica el esfuerzo.
Lo efímero brilla intensamente antes de desaparecer, todo el lujo posible sale a relucir con lo que se puede precisamente porque el final anunciado ya vendrá.

3 comentarios:

Marce dijo...

¡Que lindo, Liviana! Algún día me gustaría conocer esos lugares... Espero que hayas pasado bien lindo, aunque se ve, por el relato, que lo disfrutaste muchísimo.
Cariños.

Liviana dijo...

Sabés, Marce, que disfruto la estadía porque me siento en un vecindario más, especial, pero uno más, está tan cercano para mí como el nostálgico puerto del tango.
Besos!!!!

Larri dijo...

Ay! cómo me gustó que salí bailando de la oficina: "chooora, nao vou chorar, chegou a hora..."

Publicar un comentario