Heidegger ama a Hannah…
Ellos dieron inicio… a la obra, el silencio se apoderó de todo, de todos, salvo de aquellos que seguían tras la búsqueda de sillas , infructuosa al fin, de pie se contemplaba mejor.
La filosofía se hizo presente en el Centro del Conocimiento, la filosofía y el amor, con fragmentos coloquiales de una historia amorosa, con discursos fragmentados de esos amantes que nos han orientado, desorientado y reorientado a través de sus obras.
La obra, esta vez la de teatro, se deslizó a través de líneas que dieron cuenta de sus encuentros, de sus secretos, de sus diferencias. Todos ellos bajo el signo de la pasión, y si, de que otra manera permanecer con ese otro con quien no puede compartir su espanto, su desesperación, su atónita mirada frente a la monstruosidad. Dirá Hannah, en la pasión, con la que el amor aprehende solamente el quién del otro, se deshace como en llamas el espacio intermedio del mundo, por el que estamos unidos con otros y a la vez separados de ellos.
Ambos son apasionados, ambos detienen su mirada una y otra vez sobre el mundo, sobre los signos que lo constituyen. Analizan, reflexionan, se empapan de los acontecimientos, navegan en ellos, a través de ellos, se exponen a través de sus palabras al mundo. Entonces? Cómo sostener un secreto? Juntos amándose carecen de mundo, el mundo entre los amantes, dirá Hannah, está quemado, y eso los separa del mundo común y eso les permite permanecer, la pasión y el no mundo es vital entre los amantes, cuando ella se diluye y el mundo común se filtra la atopía perece, esa imagen singular del uno hacia el otro, se pierde, la sorpresa de la mirada ya no está, ya no hay inocencia, ya el otro deja de ser el Único, ya lo puede clasificar.
Él dejo de ser Único, él no se comprometió en lo bueno o en lo malo, él no le otorgó el regalo de la “visibilidad”, la pasión y el secreto lo borran todo, no permiten testigos, el amor no puede mostrarse,… no fue el destino de Hannah amar a Heidegger, Hannah amó a Heidegger….
Daniela