Habemus contrapunctum


Desde vaya a saber dónde (en el sentido polisémico de esta imprecisa localización), ayer a la noche el antropólogo Gastón Gordillo en su muro del faceboock lanzó la promesa de publicar un ensayito (seguramente muy lúcido como los que acostumbra ofrecernos en su blog: www.spaceandpolitics.blogspot.com ) acerca de lo que denominó “el contrapunto” entre dos acontecimientos ocurridos durante los idus de marzo que concitaron la atención pública internacional:  la muerte del Comandante Chavez, el fervor popular que se manifestó en las calles de Caracas, las emociones que movilizó en muchos de los que no somos  venezolanos y las polémicas con sus oponentes, detractores o contreras y, del otro lado, la consagración de Francisco en el trono de Pedro (los llamo por su nombre de pila para que suene acorde con el espíritu de mundanidad  que observamos se intenta transmitir de la figura de un Papa que paga sus cuentas de Hotel personalmente y cuenta con su tarjeta SUBE para viajar en subte –con la plata de los jubilados, como corresponde a todo pobre argento -agrega un amigo muy gorila que forma parte de los que dicen en sus cuentas de Faceboock pertenecer al 50% de los que trabajan para mantener al otro 50%)
La inspiración del amigo Gastón provino, según confesó, de la lectura de un flojito artículo publicado en este blog:  http://emancipadosdementes.blogspot.com.ar/2013/03/como-distraer-al-mundo-entero.html que básicamente (muy básicamente) plantea cómo un fanatismo (religioso) tapó a los actos de devoción popular y fanatismo que provocó el difunto. Y da a entender que de distracción en distracción va la cosa mientras en otro lugar se cuecen las habas (según interpretación que hago de lo no dicho en el texto)
 Gastón Gordillo que se toma a pecho el mandato malinowskiano de internarse en el mundo de los nativos para capturar de un modo no etnocéntrico el  sistema de valores alterados acostumbra leer los foros de Clarín y La Nación.
Y frente a este episodio histórico observa, a modo de provisoria conclusión que:
“Mi conclusión es que el fervor papista que parece haber surgido en la Argentina confirma que Bergoglio es un político habilísimo y de temer, experto en manipular a las masas e incluso a gente que siempre se declaró hostil al carácter reaccionario de la Iglesia Católica argentina, y que ahora de pronto lo ve "con buenos ojos" porque "habla de la pobreza". Es muy notable la docilidad que el Papa ha creado entre gente que suele ser crítica. Después dicen llenos de cuerpo que Chávez es un "caudillo populista" que "engaña" a masas de zombies ignorantes! Bergoglio es el encandilador supremo, pregonando pobreza y humildad desde el trono de la lnstitución más jerárquica del planeta, una de las más corruptas, y la más hostil a formas universales de igualdad. Observen bien los gestos y declaraciones de Francisco I y vean cómo actúa de manera brillante y cómo inculca obediencia a la Iglesia con el más viejo de los trucos vaticanos: la performance de humildad, mientras por detrás y con sutileza pregona, como dijo en su lucha contra el matrimonio igualitario, "La guerra de Dios". (Gastón Gordillo: Faceboock.com, 2013)
Es bien interesante el contrapunto que ofrece entre los mismos acontecimientos este otro blog: http://elcanilla.blogspot.com.ar/2013/03/chavez-bergoglio-y-los-idus.html  donde propone una línea de interpretación apoyada en la noción de acontecimiento propuesta por el filósofo comunista Badiou.
Parado en esta idea de que el acontecimiento no es tan solo un evento importante o significativo, sino aquel que se establece como una ruptura en el campo de saber que da lugar a nuevas formas de saber, de construir la verdad, de modificar la perspectiva, de recrear las representaciones sobre lo existente intuí que no se trata de una mera maniobra distractiva el espectáculo que en vivo fascina a la teleaudiencia en esta pretemporada pascual, particularmente en Argentina dónde se dio una intensa polémica entre izquierdistas anticlericales (según el vocero papal, dixit), comulgantes convencidos y oportunistas que recientemente descubrieron su vocación religiosa.
Considerar una manera de distracción (¿un espectáculo montado por Fuerza Bruta diría la inefable Lilita?) los actos provocados por la muerte de Chavez o la renuncia de Benedicto y la asunción de Francisco me sabe a una forma reduccionista de interpretación de estos aconteceres.
Ambos son resultados de procesos de descomposición, en lo que refiere al cuerpo de Chavez de su descomposición biológica, en el caso vaticano (así de policial como suena) a la descomposición moral y política que sobrevino tras sus eternas luchas intestinas de las que resultó una composición entre conservadora y ultraconservadora  que canceló vías transformadoras surgidas del Concilio Vaticano II y expuso a la Santa Iglesia a una serie de escándalos seculares como el encubrimiento de pederastras, maniobras bancarias ilegales, complicidad con dictaduras y entre otras actitudes discriminatorias hacia minorías tal como se expresa en la lucha por el reconocimiento de derechos de nuevos sujetos sociales.
Se trata de una Iglesia que se resiste a aceptar el debilitamiento de su absolutismo a la vez que pretende presentarse como más ecuménica.
Por eso inmediatamente después de leer lo publicado por Gastón comenté en su entrada de FB
No sé si la palabra es distraer... más bien el arte del puestita es el de orientar la mirada del espectador, de disponer los medios para que el público interprete el sentido de la escena montada. Más que distracción convoca la atención sobre un núcleo significativo o parcela de significaciones. Durante 2000 años la Iglesia hizo del arte litúrgico un espectáculo de comunión centrado en la figura pastoral que, en asociación con la espada convengamos, ha sido notablemente eficaz en lo que a construcción de relaciones de poder refiere.
Toda acción política y sin dudas toda entronización y todo sepelio de un líder lo son, es una acción con sentido, está orientada a legitimar el dominio.
En los estados absolutos, pero también en los estados regidos por sistemas representativos con participación ciudadana de sus representantes, el trono baña de carisma a quien se sienta en él. Produce fascinación, cierta adhesión mayoritaria que requiere de una actuación acorde a la admiración que despierta la irrupción del consagrado, si quiere sostenerse esa suerte de simpatía y fortalecerse en el tiempo. Hay por tanto en todo acto político cierta teatralidad que requiere de la performance del actor y de los artilugios que conforman la escena pero también del público. Y sabemos que el personaje se construye en buena medida con elementos idiosicráticos pero fundamentalmente con un buen guión, un texto a representar.
Hay grandes actores que se vieron favorecidos por su capacidad comunicativa, de comulgar con su público, sin dudas Chavez, Perón y algunos otros usufructuaron sus dotes en la construcción de sus liderazgos. Liderazgos atados a una proyección que les da sentido, a ciertos valores con los cuales sus adherentes se identifican.
Evidentemente la Iglesía Católica del Siglo XXI tiene por delante una serie de desafíos si  su voluntad, como todo lo indica, es revertir el debilitamiento de su influencia moral y sostener las bases materiales de su poder político, es decir de su capacidad de influir y decidir sobre los actos de los otros, desde los más íntimos a los más públicos.
Francisco ha dado unos pasos hacia esa construcción simbólica de una suerte de Pepe Mujica con muceta bianca, de ser terrenal, de una sacralidad anclada y por cierto los desafíos que tiene por delante son bien terrenales, entre ellos la corrupción bancaria y de menores, su desencuentro con las nuevas identidades o modos sociales de ser y en el caso de América Latina una pléyade de dirigentes que plantean la primacía de lo político por sobre las corporaciones, incluida la propia iglesia y que le disputan el predominio de la representación de los pobres." (Hernán Cazzaniga en comentarios:Gastón Gordillo: Faceboock.com, 2013)
Como bien infirió Gastón de este comentario de hegemonía se trata la cosa.
 América Latina va a ser un escenario privilegiado de la disputa hegemónica clerical, toda vez que los chinos fiel a su estilo lo mandaron al carajo, (son más y disponen de más recursos) y la vieja Europa tiene que ver como sale de la descomposición de su estado de bienestar que desde ya se anticipa con una sociedad emprobrecida a la que habrá que enviarle un mensaje de austeridad y no solo de amor y paz.

Lo cierto es que el acontecimiento irrumpió, se está desarrollando y lo podemos seguir al instante en vivo y en directo por TN y genera cierta perplejidad en el sentido de irresolución, asombro, duda, confusión y sorpresa.

En este tren hay quienes recuerdan el pasado peronista (guardia de hierro) de su santidad y se esperanzan en contar con un papa peronista, la oposición inefable delira con la llegada del mesías que la redima y desde ciertos sectores que históricamente denunciaron las complicidades o asociación de la jerarquía eclesial argenta con la dictadura y su desprecio al reconocimiento de nuevos derechos se advierte el carácter conservador (aunque más moderado que los ultraconservadores que se ofrecen como alternativa) que asumió la Iglesia en las últimas décadas cuando decidió perseguir, echar y sacrificar a quienes habían interpretado en otro sentido al concilio vaticano II.

El acontecimiento irrumpió con tutti y modifica no sólo la escena sino también a sus interpretes. Dante Panzeri definía al fútbol como la dinámica de lo impensado, la política pareciera ser la continuidad del fútbol por otros medios.
Acompaño estas apresuradas interpretaciones con una película uruguaya en estilo bien sudak que nos habla de esperanzas, ilusiones y desesperos y, sobre todo, de amor humano de los pobres de estos pagos.






Hernán Cazzaniga

La noche que la remera de los redondos me salvo…de que…Todavía no lo pude averiguar.
La verdad, no pretendo con este relato profundizaciones teóricas acerca de la envidia hacia el “falo” propuesta por el señor Freud, ni otras insondables exploraciones sobre mi psiquis, mí pasado, presente y futuro, ni simposios internacionales sobre el ser mujer hoy, ni análisis semióticos sobre la cartografía femenina, ni la observación lingüística sobre las palabras seleccionadas en este paradigma sintagmático. Solo deseo contar, narrar, relatar, mencionar, chusmear, referir  por vicio. Si señores y señoras (sino me corre el gremio) puro vicio, a lo Arlt sin tanto adorno. Tengo algo para decir y lo digo. Después igual habrá letrados, (pesados) que le buscarán la quinta pata a lo dicho/no dicho y demás cuestiones narrativas y a fines…y otras no tanto.
Bueno aquí la (s) historia (s):
Desde los 16 años aproximadamente adquirí el hábito de recorrer las calles y eventos que la nocturnidad habilite. Mi gran mentor fue mi tío, casi hermano diría yo, con quien nos separa la brecha de 2190 días aprox. (seis años para los aburridos). Dicho tío me inició en los recorridos noctámbulos, así también me enseño a beber, y técnicas para no ir baño. Como lo oyen y no sean envidiosos/as “técnicas para no ir al baño”. Pues, ustedes imaginarán una piba de 16 con diez vagos amigos de mi tío, quienes a la hora de ir al baño no tenían problemas en ayudar al crecimiento de las flores marchitas de las plazoletas, a los arbustos de las casas de familia. Asimismo, colaboraban oportunamente con la limpieza semi-parcial de alguna escalera o galería, o humedecían sabiamente algún neumático resquebrajado por el asfalto mortal.
Como se figurarán, yo mujer, no gozaba de las mismas condiciones naturales, y por ende, mi tío me enseño técnicas de resistencia, porque ni loco me llevaba a pasear si cada rato molestaba con eso de ir al baño. O si, uno de sus amigos, que también a esas alturas eran mis amigos, iba a hacer la famosa y popular “campana” conmigo…Si, claro. Están haciendo “campana”.Les recontra-creo. Eso era certificado de defunción inmediata, para el sujeto solidario y para quien suscribe. Incluso en pensamiento. Por ende, yo ávida de aventuras nocturnas, aprendí a aguantarme nomás.
Y así pasaron los años, y me gane la admiración de amigas por el “aguante”, y me comía las filas y filas en los baños, no por mi sino por mis compatriotas femeninas. Ya que no querían ir solas, e incluso hice de campana  a compinchas que ante el apuro utilizaban los baños varoniles, los cuales estaban vacíos siempre.
En fin, casi diez años después de mis inicios de vagancia. Casi me da un paro cardíaco, cuando en el momento en que estaba haciendo el aguante a una amiga en una larga fila mujeril, vi la misma cantidad de sujetos masculinos haciendo fila para ir al baño, de hombres. Si, como lo escribo gente: HOMBRES QUE IBAN A ORINAR AL BAÑO. Y no solo a mirar mujeres, sino a realizar sus necesidades al baño. Tantos pibes no podían estar mal del estómago de repente ¿no? (Eso también lo pensé)
Dios, mis años de vida pasaron ante mis ojos como una película (eso que te pasa cuando vas a morir o te da un “patatum mental”, viste) y no me aguante, me había tomado un jugo natural de apio y manzanas verdes (que tiene que ver nose) y le dije al último representante de los cromosomas XY de la fila:
-Ah, bue…estamos viviendo un momento histórico, único en la vida. He aquí los muchachos haciendo fila para ir al baño. -Y con cara de pesada pecosa, esa la única que tengo añadí: -No te lo puedo creer.
Mi amiga me miro con ojos grandes y seguro pensó: - sonamos le agarro el ataque de ironía, el mismo que en la comisaría la otra vez. (Otra historia esta)
El chico/sujeto/muchacho, (estaba bueno ahora que lo pienso, ehhh digo, digo) me miró como quien mira a un bicho raro, sonrió y dijo:
-         Y bueno…queremos ir al baño.
-         Ajá.-le dije- y ¿por qué no se van afuera? Una vendida de humo que los vagos hagan fila para ir al baño, qué país generoso…- Si ya se nada tenía que ver la última frase, pero como esta de moda…
-         Y bueno, vos también estás haciendo fila, nena. Nose cual es tu problema.
-         Y yo no aguante. Muchos años de “técnicas”, para que el pibe me tome el pelo y le vocifere: -La cuestión, el problema, el dilema es que vos tenés “pichirulito”, si yo tuviera uno, en la perra vida pisaba un baño público.¿Con qué necesidad vienen al baño ustedes? ( a veces soy tan pesada) .
-         Y bueno…Si  “sos nena”, bancatela .O cómprate un aparatito electrónico y vas a poder hacer como los nenes.-Y me pone cara de superado.
-         ¿Aparatito? – cara de sacada total- Yo no necesito ningún aparatito. Me parece que vos deberías reflexionar tu acto de ir al baño.- Cuidado no te vayas a sentar en el inodoro, viste.- y en tono apocalíptico agregué: - Ya en la otra vida me voy a vengar…
Risas de los espectadores. Porque a esa altura éramos dos payasos.
 Mientras, le llego el “turno” al sujeto. Iba a entrar, pego media vuelta, le cedió al próximo su turno, sonrió y me dijo: -Sabes Flaca, me caíste bien. Nada personal. (Qué paradoja) Por tu remera. Te salvaste por ser ricotera. (De que, todavía no me quedo muy en claro). Y se fue quien sabe adonde. Tal vez si algún arbolito hablará sabríamos el final. Digo, no.
                                                                                                                                 C.N

Bye Román


Y hubo un momento en que el gran ilusionista, el mago de las maravillas se cansó. Dijo: no va más. Y el espectáculo, la poesía que de sus pies se derramaba en los campos de juego desapareció. Cansado de los discursos que tratan de ponerle precio a la ilusión, de la economía política de los que desconfían de amagues, piruetas y combas y de aquellos que repetimos sin saber las largas letanías de que tal o cual son conflictivos (como si no supiéramos que acusar de conflictivo a alguien es para señalar al que no acepta los órdenes del poder).
Teatral, dramático, demiurgo al fin, dejo que todos sus pares pasaran. Algunos lo miraron como se mira a quien se va, otros - cabeza baja – siguieron en fila india. Antes del utilero, el presidente (contador el) cruzo su mirada con un gesto de impotencia. Y ahí fue, después de toda esa procesión, que el mago habló. Y sus palabras enmudecieron a millones. No fue tanto lo que decía sino cómo lo decía. Era una despedida. Frases de ocasión que apenas cubrían el dolor y la desolación.
Ya no lo veremos en plenitud, feliz, jugando a jugar como cada vez que entraba a la cancha. Sabemos que hay momentos de luz, y momentos de sombras. Y que hay tipos que en un sólo pase, en apenas dos o tres movimientos, encienden las luces que hacen de este mundo un lugar menos árido y oscuro. Son poetas, artistas, frikis, ilusionistas, gente sin molde, que un día, deciden irse fora do mundo. Renunciantes que ponen en evidencia las patéticas formas del poder, las arbitrarias estructuras de la comodidad y los delgados y frágiles hilos que sostienen el orden establecido. A la manera de William Blake, de Fiedrich Nietzche, del propio Rimbaud, y – ¿porque no? -  de D10s; como Edward Scissorhands, el artista dijo adiós.
(Quise decir) Román, no te olvidaré!

Café Azar
Posadas, primeros días de julio de 2012. -

Badía, la radio y los tiempos que cambian


De Juan Alberto Badía recuerdo su voz en la radio aquellas  noches de adolescencia vital y confundida. Tiempos de dictadura, de sentir el peso de que algo no podía siquiera ser mencionado, y que la muerte y el dolor rondaban en las calles que caminábamos o recorríamos en bicicleta. “Bailando sobre la sangre de los demás”, escribió algunos años después  Andrés Calamaro. Tiempos de colegio secundario, de extrañamiento. Algo cambiaba en mi forma de ver, de verme y ver a los demás. De entender que había caminos –aunque todavía impensados – que nos separarían, desconociéndonos. Melodías y armonías, cada vez más extrañas entre sí, configuraban otros mundos desde donde nos despedíamos de lo que fuimos, de lo que nos unía y de lo que imaginábamos ser.
No puedo pensar mi adolescencia, mis años de secundaria, sin el uniforme del colegio, la serie Kung Fu, las rateadas a la costanera del Rio de la Plata, los asaltos en que nos colábamos para ir a bailar, el temblor y el deseo de sentir el cuerpo y la respiración de la chica que me gustaba en ese temeroso acercamiento que significaban los lentos, los vinilos, que escuchábamos religiosamente (aparecen en una suerte de feed back las tapas de los discos de Yes, Genésis, Supertramp y Pastoral - En el hospicio -), y la voz de Juan Alberto Badía – a la noche - en la radio, que escuchaba en volumen bajo para no despertar a mis hermanas que dormían en la pieza contigua.
Había allí, en esas voces, en la voz de Juan Alberto,  una puerta hacia otro lugar, distinto, otra música que me llevaba a sentir algo parecido a lo que ahora podría definir, sin mucho entusiasmo, como libertad (demasiada palabra, me parece). Pero así era, o al menos así siento que se sentía.  Escuchar Almendra, The Beatles, The Animals, Aquelarre, La máquina de hacer pájaros fue para mí como descubrir el pasaporte a cierto estado de felicidad y de placer. Y el tipo que conducía ese programa con el nombre de una marca de zapatillas (Imagináte Flecha Juventud, se llamaba) era Juan Alberto Badía. Lo acompañaba Graciela Mancuso. Sus voces eran las que abrían esas puertas de la percepción.  De ahí que el nombre, la voz, y la música que proponía Badía (en radio, después en televisión) quedaron íntimamente ligados a una parte de mí que indefectiblemente comenzaba a disolverse. Como en la película del director mexicano cuyo nombre no me acuerdo y en donde cada personaje interpreta el paisaje según su estado de ánimo, la evocación de esa radio prendida a la noche – las inflexiones, el decir de Juan Alberto Badía - forma parte del paisaje de esa adolescencia en donde el descubrimiento, el absurdo y el ridículo son sólo reflejos apenas capturados por estas palabras.

La casa de los pescados


La casa de los pescados

Reparé por primera vez en esas construcciones cuando las ví desde  un avión que salió de aeroparque haciendo su arco habitual sobre el río, girando al norte. Saliendo del agua como si fueran las torres de una fortaleza sumergida, tres casetas circulares, macizas y de ubicación, en apariencia, aleatoria, unas más cerca y otras más lejos de la costa. Ninguna línea recta  unía  a las tres.

Surgiendo del río marrón, las torretas sugieren un origen antiguo y se me ocurrieron torres del oro del Guadalquivir.

El taxista tenía ese aspecto de mueble del vehículo, que algunos conductores porteños exhiben, no diré con con orgullo, pero sí con la solidez que los mundos densos en sí mismos tienen.

No hablamos hasta que acercándonos a Aeroparque, de sur a norte,  vi el primero de los torreones desde la ventanilla. Le pregunté al taxista. Él se despabiló a un mundo colorido e infantil de recuerdos y me dijo lo siguiente:

Ah! ahí íbamos a nadar cuando éramos chicos. O sea ahí mismo no, sino que íbamos nadando. No hasta este, sino el está más cerca de la costa, que se ve allá al fondo. Ahí enfrente hay unos escalones y de ahí nos tirábamos. A veces llegábamos hasta este que está más lejos. Bah! yo no llegaba, pero mis hermanos que eran más grandes sí. Mi Papá decía que esas eran las casas de los pescados. Que cuando llega la noche, los pescados se van a dormir ahí. Después dejamos de ir. Nunca más fuimos. Le llamábamos los escalones nosotros, ahí adonde íbamos a tirarnos. Después no fuimos más.

Se hizo un silencio. El taxista comenzó un giro en u que nos llevaría a la dársena de pasajeros del aeropuerto. Antes mismo de estacionar y como queriendo aprovechar el último segundo del viaje, se replicó: Para mí quedo eso, que es la casa de los pescados. Para mi  es la casa de los pescados.

Me ayudó a bajar la valija. Nos despedimos.

Desmemoria, despedida

A Carmen, mi vieja 
que me legó el don del decir.


Cómo un equilibrista improvisado - y muchas veces obstinadamente torpe - trata de hacer pie en estructuras flotantes de sentido. Se afirma en palabras, en frases, de resbalosa sonoridad que vuelven una y otra vez como ecos distorsionados. "A ver...", "¡Bueno!", "¡Qué lástima!" y el sostenido y reiterado "¡vamos!". Por ahí sonríe, pícara, cuando sabe que la palabra dicha no es lo que pensaba decir. Perdida en laberintos con retazos de memoria, highlights que intenta apresar con la desesperación de quien sabe que su ser se disgrega en palabras cada vez más raras ("acá estoy, extraña" me dijo cuando llegué a verla). 
Ella con su sonrisa y su conversación alimentó lo que serían mis primeros cuentos, las redacciones escolares, las largas cartas (todavía en papel y letra algo legible) que desde Posadas escribía a lejanos amores, seductoras amigas y a ella - y a mi viejo - contándoles confusos sentimientos generados por el exilio subtropical. Parte de esto que escribo, que escribí y de lo que posiblemente escriba está ineludiblemente ligado a su palabra. 
Quiero recordarla ahora en ese lugar que a veces me abrumaba, otras extrañaba y muchas veces sentía como una suerte de puentes levadizos que no nos permitían acercarnos un poco más, al lugar del abrazo y la caricia. Palabras que abrían caminos pero que que también los cerraban. Aún hoy, me pierdo en los espejos cruzados de las palabras, en esta guarida mística donde quedo a salvo de los vértigos del amor. Sin embargo algo mueve a la caricia, a la mano agarrada, al contacto sin palabras, al beso en la frente. Sin nada que decir, ni siquiera el adiós de una despedida.
En estos días, después de pelear con los sentidos y el decir, ella duerme. Por ahí se despierta, abre los ojos, murmura algo. Después vuelve a dormir. Y así, hasta que deje de hacerlo.

Cafe Azar
Baires, fin de marzo de 2012

El semáforo le dió luz verde y el hombre dobló a la derecha. Se encontró conmigo que cruzaba la calle. Me tocó bocina, me detuve impidiéndole el paso y le pregunté qué le pasaba. Me dijo que en la esquina había una valla y que yo no debía cruzar la calle por ahí. Yo le dije que igualmente tenía derecho a cruzar. Es la esquina de mi casa y si no cruzara por ahí tendría que cruzar tres veces la calle para llegar a la misma esquina. El hombre me dijo que me estaba arriesgando a que me atropelle. Le dije que me atropelle entonces y agregué, no te das cuenta que soy un peatón.

En Alemania el peatón es considerado el eslabón más débil de la cadena de transito. Como la cadena alimenticia pero al revés. Uno es el cornalito en el fárrago oceánico del tránsito urbano y, sin embargo, el, relativamente, más intocable. La "cadena del tránsito" sigue en cantidad de derechos con la bici, la moto, el auto, el camión. Estatus especial tiene el transporte público, pero no antes que el peatón.

¿Para que todos vivan mejor el peatón tiene que cagarse? En estos días el barullo citadino y sus típicas situaciones estresantes me dan profundamente por las pelotas.

En Uruguay, en forma más evidente que en otras partes quizás, se observa como la ciudad ha ido creciendo y ha pasado de la necesidad de gobernarse a gobernar todo lo que le rodea, incluso el país. La ciudad, la más artificial de las creaciones humanas, la que más complejidad infraestructural necesita y por lo tanto más alejada está de una razón "terrestre" domina el resto. Dicta su visión en lontananzas y apenas puede con sí misma.

Los municipios han sido creados en Uruguay el año pasado. Hasta entonces las capitales departamentales regían directamente sobre el resto de los poblados de su territorio. Lo que eran de por sí administraciones municipales controlaban espacios relativamente amplios y repartían servicios a distancia, con la consiguiente insatisfacción de sus subditos y las corrientes migratorias consecuentes.

¿Y qué derecho tiene la ciudad com tal?. ¿Qué derecho tienen muchos ranchos con agua corriente y baño moderno a gobernar otros ranchos menos dotados?¿Que derecho tiene el que aprieta la cadena y ve sus heces desaparecer rápida e higiénicamente de la vista seguidas del restablecimiento cuasi mágico de la blancura húmeda del inodoro, a tener más oportunidades que quien soporta estoicamente el revoloteo de las letrinales moscas mientras el frío de la mañana curte sus desnudas nalgas a punto gallina o el calor le permite sentir como los miembros de los solípedos insectos se apoyan indefectibles sobre su piel expuesta?

La jungla de los sobreentendidos nos sumerge en aquellos -como el del sistema financiero- que no nos dan horizontes. ¿Cómo podríamos pensar sistemas humanos unidos en alguna forma de red donde las ciudades no fueran el centro y la medida de la forma de hacer las cosas públicas?

La ciudad, la más fragil de las formas humanas de vida. Llenas de basura en la periferia y brillando en el centro. Apestando a lobos y abundante en especímenes que no conocen otra cosa. Nido de gobernantes y corrupciones que afectan a muchos, muchos, muchos más de los que las aprovechan.

Desembarco -literalemente merced al Buquebus- en Buenos Aires y lo que me rodea no tiene respuesta a la pregunta de cuál es la dimensión humana en ese entorno. Como en el relato de Edgar Rice Borroughs, la gente teme salir a la calle a ciertas horas y en ciertos lugares. La corrupción institucional evita simplemente todo trámite que debiera mejorar la capacidad de los ciudadanos para vivir mejor o ser beneficiados por la cosa pública. Etc., etc.. La parafernalia de este tipo de visiones es conocido y carne de muchas conversaciones vanales y serias.

Pero... entonces... ¿Por qué la ciudad?¿Porque ahí se consiguen colchones de resorte? Ya lo dijo Gilberto Gil: as coisas nâo tem paz!

No soy el último hippie. Tengo una Nikon. Pero -una vez más- pregunto ¿Por qué la ciudad?